jueves, diciembre 13, 2007

Día tenso (Cap.9)


Fija la vista en las letras del texto. No comprende nada de lo que allí pone. ¿Será algún tipo de lengua ancestral o simplemente otro acertijo como el que se encontró al principio de la aventura subterránea?. El caso es que se pone a recitar el voz alta una por una todas las letras del texto. Repite varias veces el enigmático textos. Le resulta familiar ese tipo de escritura, pero es incapaz de adivinar a qué le recuerda. Sigue pensando en todas aquellas letras sin sentido hasta que una idea le viene a la cabeza. Él siempre ha leído mucho sobre la historia romana. Comienza de niño con las historias de Rómulo y Remo, y la fundación de Roma. Siguiendo con histórias sobre las grandes batallas contra griegos y cartagineses. Incluso la creación y posterior hundimiento del Imperio Romano tal y como nos lo han contado. Recuerda que César, el emperador, utilizaba un tipo de cifrado para sus mensajes, de tal manera no podían ser leídos por el enemigo si este caía en sus manos. ¡Claro!¡Era eso! De ahí la pista de Roma. Se debe tratar del código que utilizaba el emperador en sus misivas. Comienza a recordar cómo era tal código de cifrado. Tiene la ligera idea de haber visto ese código en el que se deben cambiar unas letras de posición por otras, pero no recuerda con exactitud las posiciones que tiene que saltar para encontrar la letra a sustituir. Empieza a probar posibles soluciones, intercambiando letras por las ene siguientes. Sabe que la letra 'a' es una de las más utilizadas siempre en los mensajes, así que tiene una ayuda más para averiguar qué quiere decir el texto. Está invirtiendo mucho tiempo en aclarar aquel galimatías y no debe demorarse mucho, en cualquier momento podría empezar de nuevo el fuerte oleaje, y esta vez no sabe si sería capaz de sobrevivir a otra embestida acuática como al anteriormente sufrida. Los nervios comienzan a brotar de su interior; su concentración parece desvanecerse poco a poco.


Por fin parece haber dado con una combinación de palabras que encaja perfectamente en el texto. Cambia la A por 3 letras más adelante, es decir, la D, y comienza así a sustituir a la inversa el mensaje cifrado. Con los nervios tarda un poco más de lo esperado y el agua comienza de nuevo a agitarse. Al principio un leve vaivén de olas, pero va aumentando rápidamente el sonido, rugiendo cada vez más y más. Los nervios están atenazándole bastante y no consigue concentrarse en el cifrado, está más pendiente del agua que de las letras en sí.


Finalmente consigue descifrar el contenido secreto del mensaje de la puerta. 'PARA PASAR SEIS VECES HAS DE TOCAR'. Rápidamente se acerca a la puerta y cogiendo con energía la argolla empieza a contar los golpes. 'Uno, dos, tres, cuatro', va diciendo en voz alta mientras toca una y otra vez sobre la puerta. El agua ha bajado de nuevo del techo al suelo y está subiendo velozmente por las piernas. 'Cinco', la corriente es cada vez más fuerte y apunto está de arrastrarle por el pasillo. '¡Séis!', grita en el último golpe y la puerta cae. Como si del impacto del último golpe se hubiera tratado, la puerta se desploma golpeando el suelo con gran violencia. Del estruendo originado, el agua parece haberse asustado y se limita a retroceder lentamente; se aleja de él por el pasillo, subiendo por la pared, por donde puede. Trata de alejarse de la puerta como puede. No se lo piensa y da un paso al frente, adentrándose en la oscuridad que hay tras el umbral de la puerta derribada. El enigmático texto y la terrorífica agua han sido vencidos, al menos por esta vez. Está nervioso y eufórico al mismo tiempo.


fin capítulo 9


jueves, noviembre 08, 2007

Día tenso (Cap.8)

Está tendido en el suelo expulsando todo el agua que puede entre toses y náuseas. Ha tragado bastante agua y se siente aturdido, no es consciente aún de lo que ocurre.

Termina por vomitar lo poco que le queda en el estómago por culpa de la ingesta acuosa, pero le hace sentir mejor, lo suficiente como para conseguir levantarse del suelo y comprobar que está sucediendo. Observa con gran asombro que no queda rastro de agua en el suelo; se encuentra sobre un firme de roca negra con muchas grietas. Cree que el agua se ha fugado por esas grietas que tiene el suelo y se agacha para palpar la piedra. Está muy fría y es rugosa; como si se tratara de una lija para madera, frota sus manos contra ella. Comprueba que con el roce de su mano, la roca comienza a coger temperatura y rápidamente se calienta. Tras pasar un tiempo observando la reacción de calentamiento, decide ponerse en pie. Por un momento, levanta la vista hacia el techo. Con gran asombro comprueba que el agua que antes estaba en suelo y con la que casi se ahoga, ahora se encuentra en la parte de arriba del pasillo. Sigue con su fuerte oleaje, sin cesar. Está estupefacto observando todo el espectáculo que se ha formado en el techo. Durante un tiempo permanece concentrado en el vaivén de las olas al mismo tiempo que avanza por el pasillo, caminando lentamente. Se encuentra tan embelesado con la visión que no se percata de haber llegado al final del pasillo, golpeándose con una gran argolla situada en el centro de una puerta de madera. Se lleva las manos a la cara puesto que el golpe ha sido fuerte, pero parece que no sangra por la nariz. La puerta es de madera, de un color rojizo. En el centro posee una argolla metálica, que es sostenia por la boca de una gárgola. Cuando por fin, dejan sus ojos de llorar se pone a observar la puerta con atención. Parece que ha llegado al final del pasillo y allí está esa puerta, la cual no tiene cerraduras, ni cerrojos, ni pomo para poder abrirse. Se fija en la gárgola que parece salir de la misma puerta; es muy siniestra, parece que sus ojos tienen vida propia. Observa más atentamente debajo de la argolla y encuentra un texto casi ilegible, está tallado sobre la madera. Debe haber sido realizado hace mucho tiempo puesto que está prácticamente borrado y cuesta reconocer lo que está escrito. La primera línea se puede leer con claridad. Se acerca y comienza a leer en voz alta : 'Si piensas como en Roma, el César te abrirá el camino. No obstante la palabra escrita con sangre está'. El texto que se encuentra justo debajo está bastante borroso y no se puede leer nada de lo que dice.

Se levanta pensando en qué dice aquel texto ilegible y observa el techo de nuevo. El oleaje casi ha cesado y está volviendo a la calma todo el agua. Entonces se acuerda del momento que todo se quedó en calma y se pusieron las cosas horriblemente mal de un momento a otro. Espera que no vuelva a ocurrir lo mismo porque la puerta está cerrada y se encuentra al otro lado del largo pasillo, no le daría tiempo a llegar antes de ahogarse.

Mira la puerta nervioso. Tiene que ser capaz de abrirla lo antes posible por si la situación vuelve a empeorar. En un momento de desesperación, coge la argolla con la mano derecha, y golpea con fuerza tres veces en la puerta de madera. El sonido es muy seco con cada toque; la puerta no se abre. Su inquietud va a más; no comprende lo que quiere decir aquello de César y Roma, y mucho menos lo de la sangre. En aquella época todo se arreglaba con sangre, pero hoy en día las cosas son todo cuestión de electrónica. Se gira, se agacha, se levanta de nuevo, se lleva las manos a la cabeza, se sienta en el suelo, pero no consigue dar con la solución al problema. En un momento que se encuentra agachado, dándolo todo ya por perdido, se levanta, y está tan pegado a la puerta que se golpea de nuevo con la argolla, esta vez en la cabeza. Tal es el golpe que comienza a sangrar abundantemente; se ha hecho una brecha. Aturdido se echa las manos a la cabeza, empapándolas con su propia sangre. Se encuentra mareado al ver tanta sangre que reptando con las manos por la puerta consigue llegar al suelo y sentarse.

Pasa un rato hasta que consigue reaccionar un poco. Se toca con la mano izquierda la cabeza y la herida ha dejado de sangrar; eso le anima mucho y decide ponerse de nuevo con la tarea de aquel acertijo. Cuando se levanta y mira a la puerta observa que hay letras totalmente legibles en el texto. Con las manchas de sangre que sus manos han dejado sobre la puerta, las letras se han teñido de color rojo y son ahora perfectamente visibles. Ha conseguido descifrar aquel enigma a base de sangre, que era lo que rezaba el texto. Ahora puede leer la escritura, y dice así : ' SDUD SDVDU VHLV YHFHV KDV GH WRFDU'.

fin capítulo 8

lunes, septiembre 17, 2007

Día tenso (Cap.7)

La lápida con la inscripción queda totalmente perpendicular a la pared donde antes estaba colocada. Se acerca lentamente hacia la abertura; de la cual asoma una luz blanca y muy brillante. Muy curioso de todo lo que acontece, no puede controlar la sensación de curiosidad que le produce todo aquello y se va acercando cada vez más hacia la luz. Se encuentra en el umbral; respira de forma agitada. Su corazón late a más velocidad de lo normal. Siente miedo y curiosidad al mismo tiempo por lo desconocido que hay tras esa puerta. Piensa que tal vez es una estancia muy iluminada lo que se encuentra cruzado el umbral, pero también imagina que es una puerta a un mundo más extraño de lo que jamás haya imaginado. Alarga su pierna y traspasando sus miedos, cruza el umbral.

Se encuentra en el otro lado. La luz es muy cegadora y no puede abrir los ojos. La tentación de abrirlos es inmensa, pero la intensidad de la misma le hace incapaz de mantenerlos abiertos más de un segundo. Palpa con sus manos el aire, por los obstaculos que puede encontrar en su camino. Avanza hacia el frente sin más. Por fin parece que toca algo con las manos; es algo muy frío. Parece una pared de hielo. Es tan frío que quema la piel. No puede mantener las manos sobre la superfice mucho tiempo, siente dolor. Continúa avanzando junto al gélido muro sin toparse con ningún otro obstáculo. A medida que va recorriendo el camino, la intensidad de la luz va descendiendo, y pasados unos metros consigue entreabrir los ojos. Cuando se le acostumbra la vista, consigue ver lo que le rodea. Se encuentra de pie, en medio de un largo pasillo con paredes de hielo y suelo de agua. Se queda atónito por un momento, observando como está caminando sobre un pasillo de agua sin que sus pies se mojen y sin ni si quiera agitar el agua con los pasos; está fascinado. Observando el agua, detecta que esta empieza a correr desde donde él entro al pasillo, hacia la parte opuesta. Cada vez hay más movimiento y comienza a sentir una ligera corriente sobre sus pies. Se está tornando muy inestable el suelo que pisa. De pronto llega una ola de agua que le golpea por detrás a la altura de la rodilla. El agua está subiendo su nivel. Se encuentra ya mojado y cada vez el agua sube más. No quiere esperar a que llegue otra ola más fuerte y grande que la anterior; se pone a correr hacia donde va el agua.

No puede ver el final del pasillo, pero corre sin cesar. De repente otra ola, más grande que la anterior, consigue alcanzarle y le arroja contra la pared, golpeándose la cabeza con el hielo. Se encuentra sangrando, pero no puede quedarse a esperar como sube el agua. Se levanta todo lo rápido que puede y sigue avanzando por el pasillo. El agua llega ya por las rodillas y se hace más difícil correr. Por más que mira al frente no consigue ver el final del pasillo. No sabe con lo que se puede encontrar y si existe o no ese final. Piensa que debe tener alguna salida puesto que el agua no vuelve de allí; y continúa corriendo. La luz es cada vez más tenue y va desapareciendo. Corre hacia la oscuridad.

De pronto, otra gran ola le golpea la espalda, haciéndole caer de bruces. Hunde la cabeza en el agua completamente. Se pone tan nervioso que es incapaz de levantar la cabeza para sacarla del agua. El miedo atroz que le tiene a ahogarse le atenaza. El nivel sigue subiendo por momentos mientras está inerte, tumbado en el suelo con la cabeza sumergida. Es incapaz de reaccionar y sólo acierta a ver en su mente imágenes de todo lo que está sucediendo y lo que debe hacer para salir de allí. Su cuerpo no responde a las órdenes que su cerebro está enviando para sacarle de esta situación.

Cuando está practicamente adormilado por la falta de oxígeno, un gran fogonazo de luz aparece en todo el pasillo y el agua comienza a subir por las paredes de hielo. Asciende rápidamente todo el agua antes acumulada en el suelo, quedando depositada en el techo.

Por fin consigue respirar.

fin capítulo 7

lunes, julio 16, 2007

Día tenso (Cap.6)

La luz muestra lo cerca que ha estado de caer a un canal de agua que corre junto a sus pies. Tiene como dos metros de anchura, pero no tiene intención alguna de comprobar su profundidad. De pronto se percata que ha perdido su sombrero. Se debió caer con el golpe del gancho donde estaba colgado el casco. Mira a su alrededor hasta donde la vista y la luz se lo permiten, pero no hay atisbo del sombrero. Ha perdido su sombrero y ahora se encuentra en un angosto pasillo entre el muro de piedra y el torrente. Puede divisar a unos metros de donde se encuentra, una piedra que sobresale de la pared. Se acerca lentamente, con cuidado para no tropezar y caer a las rugientes aguas; que tienen un color oscuro bastante inquietante. A medida que se va acercando, comprueba que tiene forma rectangular; parece un cartel que tiene algún tipo de grabado en su superficie, pero por la distancia y la falta de luz, no es capaz de adivinar de qué se trata. Cuando llega al cartel, puede comprobar que hay unas letras escritas en el cartel, y junto a este una barra metálica saliendo de la pared. Se acerca a las letras para iluminar bien con el carburero, hasta que puede leer con exactitud lo que dice. El texto reza : “Da ubi consistam, et terram caelumque movebo”. Se queda mirando detenidamente cada una de las palabras, pero no acierta a saber lo que quieren decir . “Mierda, esto parece latín. Si hubiera atendido en las clases del instituto en lugar de saltármelas para ir a tomar cervezas, ahora sabría qué demonios quiere decir esto”. Se afana en leerlo una y otra vez, pero la inspiración divina no hace acto de presencia todavía.

Pasa un rato intentando descifrar aquel galimatías sin obtener resultado positivo, así que decide que es mejor dar un paseo para reconocer el terreno por el que se está moviendo. Sigue el bordillo de piedra junto a la pared, dejando atrás el cartel de piedra que tanto dolor de cabeza le está dando. Avanza unos pocos metros más y se topa con otro muro de piedra que se cruza en su camino, impidiéndole continuar su ruta. Es un gran muro de piedra, con una abertura en el centro por la cual discurre el agua, continuando su recorrido a través del mismo. Parece que se encuentra en un callejón sin salida. La única opción es retroceder hasta la escalera metálica y volver a la superficie; no parece haber salida en esa angosta galería.

Se gira con cautela, tratando siempre de mantener las manos junto a la pared, para guardar el mayor equilibrio posible. La idea de caer al agua le da pánico. Una vez consigue girarse del todo, comienza su camino de retorno a la superficie. Pasa junto a la escritura en la pared sin prestarle demasiada atención; ya le había regalado mucho tiempo a aquella estúpida frase en una lengua antigua. Tarda muy poco tiempo en llegar a la escalera metálica del principio de su aventura subterránea; la distancia del recorrido es muy corta , y el tiempo aún más breve cuando se conoce el camino de retorno. Agarra con su mano derecha el primer peldaño y cuando se dispone a tomar el primer impulso, siente un chasquido en el metal; se desprende el trozo de la escalera. Acaba de romper el escalón y lo mira con perplejidad en su mano. Lo cierto es que tiene más donde poder agarrarse, solo que ahora deberá saltar para alcanzar el siguiente. Arroja el desecho al agua. Se prepara agachándose para el salto, coge impulso y salta. Consigue enganchar el siguiente peldaño, pero este también se descuelga de la escalera y le hace caer al suelo. Se queda muy cerca de haber caído al agua y eso le asusta bastante. El trozo de escalera cae al agua también como el anterior. Está allí abajo y sus posibilidades de volver a la superficie se van reduciendo con cada escalón. Decide con cuerpo tembloroso, que tiene que intentarlo una vez más; puede que sea la última oportunidad que tiene de salir de este agujero. Vuelve a agacharse y con todas sus fuerzas salta como nunca antes en toda su vida; toda su esperanza está en ese salto. Logra alcanzar el siguiente peldaño con ambas manos y queda colgando. El escalón parece que esta vez sí que resiste la embestida de todo su cuerpo. Oscila durante unos segundos. Procurando no moverse demasiado, para no soltar la barra de la que se sostiene, espera a parar. Cuando su cuerpo se ha detenido completamente, comienza a tratar de impulsarse hacia arriba, usando sus pies contra la pared como ayuda. Consigue encajar su pie derecho en uno de los agujeros entre las piedras de la pared. Lanza una patada fuerte hacia abajo para alcanzar el siguiente escalón, pero de pronto se descuelga toda la escalera. Cae al suelo con mucha violencia y la escalera le atrapa golpeándole por todo el cuerpo. Por lo menos ha tenido suerte y la llama de su carburero sigue funcionando y ofreciendo luz en aquella oscuridad.

Se queda un rato tendido boca arriba en la piedra hasta que se le pasa el susto. Parte de su pierna izquierda ha quedado dentro del agua del canal, pero ahora no le preocupa mucho eso, se le ha caído una escalera metálica encima y ha podido matarle. Tiene suerte de seguir vivo.

Cuando recupera un poco de fuerzas, consigue quitarse la escalera de encima y apartarla lo suficiente como para poder deslizarse y salir de ella, con el mismo cuidado de siempre para no caer al agua; una cosa es una pierna y otra muy distinta el cuerpo entero. No olvidemos que no sabemos qué profundidad tiene el torrente. Se separa lo suficiente de la escalera y consigue reincorporarse. Se vuelve a dirigir hacia el grabado en latín; tiene que tener algún sentido y seguro que indica dónde está la salida de este infesto sitio.

Se detiene frente al texto y comienza una y otra vez a leerlo en voz alta. Repite y repite cientos de veces aquella frase sin sentido para su cabeza. En un momento dado, se encuentra sudando tanto que le caen gotas de la cabeza por toda la cara; está tan agotado para seguir leyendo que decide descansar un poco en el suelo. Se sienta en el suelo y coge el casco con las manos para quitárselo, de esta manera aliviaría un poco el sudor que le brotaba del pelo. Como no quiere dejarlo cerca del agua, por si por descuido lo golpea y cae, decide que lo mejor es colocarlo sobra la barra metálica que sale de la pared junto al cartel de piedra. Coloca el casco en la barra, y de pronto está comienza a descender lentamente con unos crujidos. Por el peso del casco se ha debido accionar algún mecanismo que hace que se mueva. Se queda atónito mirando como desciende hasta que llega al tope y cesa su movimiento. Ahora comienza otro ruido a sonar, es otro crujido de roca. El cartel de la escritura indescifrable está girando y deja pasar un rayo de luz de su interior.

fin capítulo 6

miércoles, junio 27, 2007

Día tenso (Cap.5)

Después de estar pensando un tiempo si bajar o no bajar por aquella entrada a no se sabe dónde, opta por bajar. Total, tiene la mañana perdida y será mejor que el próximo día tenga una buena excusa al ir a trabajar, o su apreciado y cariñoso jefe, le arrancará el corazón delante de todos sus compañeros y lo exhibirá de trofeo para que el resto tome conciencia de lo que ocurre con ese tipo de acciones.

Se agacha con sumo cuidado para introducir el pie derecho dentro de la alcantarilla, en busca de la escalera que desciende por la oscuridad. Tras varios intentos fallidos, por fin localiza el primer peldaño, no sin haberse hecho daño con el mismo. Dar patadas al aire no es la mejor manera de entablar amistad con una barra metálica. Ancla el pie, y puesto de rodillas ya en el suelo, trata de realizar la misma tarea de búsqueda con el otro miembro de su cuerpo, esta vez con más tino para no sufrir el golpe anterior. Rápidamente encuentra fijación y se dispone a bajar lentamente uno a uno por cada peldaño que encuentre.

Por culpa de haberse arrastrado por el suelo, su pobre y ya maltrecho traje favorito, se ha terminado de rasgar por la zona de la rodilla derecha. Se percató durante el primer descenso de piernas, pero decidió no darle más importancia de la que tiene; está descubriendo algo muy interesante. Tal vez sea lo más interesante que le ha pasado en toda su triste vida. No quiere que nada le despiste y pueda hacerle perder algún detalle de su pequeña aventura, por muy sutil que pueda ser este.

Desciende lenta y cuidadosamente; no sabe la altura que puede haber y no quiere resbalar y terminar haciéndose aún más daño del que ya se ha hecho. A medida que desciende su visión se pierde por la oscuridad propia de una alcantarilla, pero también su oído comienza a agudizarse, escuchando un ligero rumor de agua. Debe haber algún canal de agua abajo, así que tendrá que tener cuidado para no mojarse los pies. No hay otra cosa en el mundo más incómoda para él que tener los pies húmedos y no poder secárselos. Siempre pone mucha atención cuando llueve para que no le ocurra eso. Debe ser un trauma de cuando era niño. Siendo pequeño, cuando volvía del colegio, un grupo de gamberros comenzó a tirarle globos llenos de agua. El resultado fue el mismo que si le hubieran tirado a la piscina vestido. Llegó a casa tan mojado y tiritando, que a las pocas horas se lo tuvieron que llevar de urgencia al hospital más cercano por la cantidad de fiebre que tenía. El proceso de enfriamiento desde el colegio a casa, le había proporcionado una terrible neumonía que a punto estuvo de enviarle al cementerio. Por suerte, pudo recuperarse del todo y no le queda secuela alguna de aquel fatídico suceso. Así que desde entonces tiene pavor a todo lo que tenga que ver con el agua y mojarse. Tal vez sea ese el motivo de llevarse tan bien con los gatos, los adora aunque no tiene ninguno, pero ya veremos en un futuro.

Termina de descender y pone los pies en algo parecido a un bordillo de piedra. Escucha el ruido del agua muy cerca, pero por la oscuridad no puede ver exactamente por donde transcurre y eso le pone bastante nervioso; agua cerca. Se encuentra pegado a la pared de la que cuelga la escalera; está muy húmeda y es de piedra. Por el tacto puede descubrir que está formada por bloques grandes de piedra, con enormes grietas entre unos y otros; en alguno se podría introducir una mano sin problemas. También puede palpar algo que parece ser musgo o algún liquen. Es raro poder encontrar esas especies ahí, puesto que no entra nunca la luz del sol y necesitan de ella para realizar la fotosíntesis.

Avanza, arrimado cuanto puede a la pared, con mucho cuidado de no cruzar los pies para no caerse. De pronto choca con algo en la pared. Se ha dado un buen golpe en la cabeza con algo metálico (por el sonido que ha hecho su cabeza al golpearlo lo deduce). Por suerte no parece grave; no sangra, aunque con la cantidad de humedad que hay y el sudor que tiene, no sabría diferenciar entre sangre, agua o un granizado de limón. Palpa con las dos manos para localizar al agresor silencioso. No tarda mucho en dar con él, está justo a dos palmos de su nariz. Lo coge con las manos y parece que ya sabe lo que es. Resulta que hay un casco metálico con un carburero colgando de una escarpia enorme y oxidada por la humedad. ¿Qué demonios hace un casco con carburero ahí?. Es como si alguien bajara a menudo y lo tuviera ya preparado para utilizar. De hecho estaba listo para utilizarse, simplemente tenía que coger algo de agua para mezclar con las piedras que había en el depósito y prender con fuego el gas que sale en el casco. Comienza a buscarse en los bolsillos por si tuviera un mechero o cerillas, pero la cosa no pinta bien puesto que no es fumador y normalmente no usa esos enseres. No consigue encontrar ninguna de las dos cosas que le hacen falta para encender aquel útil. Se para a pensar detenidamente cómo puede conseguir fuego y se le ocurre que si estaba preparado todo aquel aparejo, porqué no iban a tener preparadas también unas cerillas junto al mismo. Así que se agacha un poco sin dejar de arrimarse a la fría pared y comienza a restregar las manos por el bordillo en busca de algo que le sirva. Palpa con delicadeza; tiene que ir con cuidado para no golpear y que caiga al agua el objeto que pueda encontrar. Pasa las manos varias veces sin dar con nada, a parte del musgo que cubre todo. Nota algo de movimiento junto a su mano derecha, la más cercana a la pared. Acerca la mano donde sintió moverse algo y toca algo sólido. Con las dos manos coge lo que parece ser una pequeña caja de madera, tal vez sea de fósforos, pero hasta que no la abra no sabrá realmente lo que se esconde en su interior. Tras averiguar el mecanismo de apertura de la caja, situado en uno de los laterales, consigue abrirla. Hay un fósforo en el interior. “¡Bien! ¡Una cerilla para encender el cacharro este!”, grita en voz alta. Cuando se dispone a encenderla se da cuenta que no ha cogido agua para mezclar con las piedras del carburero. Casi desperdicia la única oportunidad que tiene de obtener algún tipo de luz en aquella oscuridad. Se inclina para coger agua del supuesto caudal que corre junto a él, pero casi tiene que tumbarse en el bordillo puesto que no llega tan fácilmente con el brazo para recoger un poco. No sabe si es agua limpia o sucia, aunque siendo una alcantarilla no es difícil suponer que son aguas fecales o residuales, pero ante una situación que requiere de pericia e imaginación, es lo mejor que puede conseguir.

Una vez recoge suficiente agua en el recipiente, rápidamente empieza a hacer reacción con el carburo cálcico y comienza a emanar los gases propios del acetileno, que le servirá para crear esa luz que hará que vea. Cierra el carburero, se ajusta el casco y coge la única cerilla que tiene. Acciona el fósforo frotándolo contra la cajita de madera y se hace una pequeña llama. Tiembla mucho debido a la corriente de aire que recorre esa galería, así que decide que es mejor quitarse el casco y hacerlo con cuidado; si se extingue esa llama, no habrá oportunidad de conseguir otra. Con el casco en una mano, acerca con la otra la llamita a la salida del macarrón. En un segundo, la química con sus reacciones de oxidación y reducción, hace de las suyas y obtiene una llama perfecta en el casco. Todo se ilumina de pronto a su alrededor. Ahora las cosas se ven de otra manera.

fin capítulo 5

lunes, junio 18, 2007

Día tenso (Cap.4)

Con restos de nata en la nariz se gira para mirar el matutino sol. Los rayos calientes chocan contra su cara y se siente muy feliz. Ahora está desayunando un manjar de mañana de domingo en la cama y cuando termine estará listo para afrontar cualquier otro pequeño reto que le depare el día. Durante un momento cesa su comilona actividad para sacar de su bolsillo derecho unas grandes gafas de sol con cristales ahumados; se las pone con sumo cuidado con una sola mano, mientras la otra sujeta el delicioso gofre que ya está empezando a chorrear nata por todos los bordes, impregnándole toda la mano. Termina de ajustarse las gafas a la nariz y se gira para pedir una servilleta al tendero, pero este ha desaparecido. No queda nada allí del puesto ni del tendero. Espantado da un salto hacia atrás, con tan mala suerte que lo poco que quedaba de gofre va a parar a su chaqueta. La nata le chorrea por los botones y el chocolate caliente desciende tan rápido como una mecha de pólvora encendida, para terminar su recorrido en el pantalón.

Sin haberse percatado de aquel desastre alimenticio que le recorre la ropa, se queda mirando fijamente la parcela de terreno donde estaba antes el carro. En el suelo, junto a una gran alcantarilla, había una tarjeta de visita. Se acerca para recogerla, todavía chorreando nata y con parte del gofre desperdigado por los zapatos. Una vez en la mano, la vuelve y lee: APUESTA QUE SÍ. BAJA Y COMPRUÉBALO! Se queda pensativo en posición agachada, como si del mismo ‘Pensador de Rodin’ se tratase. No comprende qué es lo que ha ocurrido con el tendero y su puesto, qué relación tiene la tarjeta encontrada y el texto que reza. De pronto, nota caer nata por la mano y se percata de todo aquel desastre. Se levanta hecho una furia, dando gritos y maldiciendo en voz alta. Era uno de sus trajes favoritos y ahora se encontraba mezclado con gofre, nata y chocolate. Tendría que llevarlo a la tintorería y con suerte las miles de manchas grasientas y pegajosas desaparecerían, pero con mucha suerte.

Pasado el momento de ofuscación, se trata de limpiar un poco con un pañuelo que llevaba en el bolsillo izquierdo del pantalón. Quita lo que puede, tratando por lo menos que no caiga más líquido por la parte de abajo. Una vez termina con el pañuelo, queda tan inservible que decide que es mejor tirarlo, y puesto que no observa ninguna papelera cerca y tiene un enfado importante por toda aquella suciedad en la ropa, lo arroja al suelo sin más miramientos.

Vuelve a coger la tarjeta, que había guardado previamente en el bolsillo de su chaqueta, y se detiene a leerla, esta vez con más calma. Lee una y otra vez lo mismo : APUESTA QUE SÍ. BAJA Y COMPRUÉBALO. Por más que lo intenta no logra entender lo que quiere decir aquello. Mira por ambos lados la tarjeta pero no encuentra nada más escrito en ella, ni direcciones, ni nombres, ni teléfonos, nada de nada. De pronto observa por el rabillo del ojo que algo se mueve en suelo y se gira para mirar qué es. Solamente ve el pañuelo que había arrojado a unos metros, pero que seguramente por el aire se había ido desplazando hasta su posición. Vuelve a fijar su atención en la tarjeta; tiene que tratar de encontrarle un significado y así descubrirá que ha pasado con el tendero. Sigue pensativo cuando observa movimiento en el suelo de nuevo. Gira rápidamente la cabeza y vuelve a ver el pañuelo; había avanzado otro par de metros. Lo cierto es que piensa de nuevo que es el viento, pero es difícil puesto que no hay ningún tipo de brisa, no corre ni una brizna de aire, y el pañuelo está tan pringado de chocolate y nata que es lo suficientemente pesado como para que un céfiro pudiera desplazarlo. Aparta su mirada de la tarjeta y se queda mirando fijamente el pañuelo a la espera de algún tipo de movimiento. Está breve tiempo, pero no hay atisbo de moverse. Aguanta un poco más, pero decide que ya ha perdido demasiado tiempo observando aquel trozo de tela inerte y vuelve a sus pensamientos deductivos con la tarjeta, eso sí que le entretiene.

Metido en sus pensamientos, dándole vueltas al texto, vuelve a ver moverse el pañuelo, esta vez un movimiento largo y continuo. Levanta la mirada y el pañuelo llega arrastrándose hasta la alcantarilla. En un momento se introduce por uno de los agujeros de la misma y desaparece. La alcantarilla acaba de hacer desaparecer tras de sí al pañuelo; eso sí que es raro, no ha podido ser el viento ni nada parecido. Así que decide que ha de acercarse a la alcantarilla, tiene que saber qué ha ocurrido con el pañuelo, dónde ha ido y por qué. Da unos pasos hacia su nuevo destino, se agacha y sin haber tocado la tapa de metal, esta se abre, retirándose despacio la tapa, arrastrándose por el suelo, haciendo chirriar su metal con las piedras de alrededor. Vuelve la mirada a la tarjeta, APUESTA QUE SÍ. BAJA Y COMPRUÉBALO. Ahora parece que comienza a entender parte de su significado.

fin capítulo 4

lunes, junio 04, 2007

Día tenso (Cap.3)

Caminando por el estrecho sendero observa a unos metros una refrescante fuente de agua. Es una fuente con una estatua con forma de mujer es su centro, de cuales pechos brotan dos chorros de agua que caen sobre la piedra esculpida con forma de hojas que se postran a los pies de la imagen. En un lateral de la fuente se localiza un grifo del cual se puede beber; un cartel grande en su parte inferior indica que es agua potable. Así que se acerca para beber; está sediento después de la mañana tan ajetreada que está teniendo, de hecho no ha tenido tiempo si quiera de haber desayunado en el bar tal y como tenía pensado al comienzo de la mañana. Se detiene y agacha lentamente, acercando su boca al grifo, pero cuando se dispone a girar el mecanismo de acción, se percata que falta la pieza que lo hace girar. Malhumorado se vuelve a erguir y trata con las manos de girar la llave. Lo intenta durante un buen rato, pero tras unos arañazos y algunas magulladuras en los dedos de las manos, decide desistir y buscar otro sitio donde poder refrescarse un poco la garganta.

Prosigue por el sendero, dejando atrás la maldita fuente estropeada, y llega a un claro del parque. Es una zona llena de césped, cortado y muy verde; está muy bien cuidado y parece que ha sido segado recientemente. Desde donde está situado, una pequeña brisa le hace adivinar que cerca de allí debe haber un puesto de comida. El olor que le llega es de gofres con caramelo y café, justo lo que necesita para un buen desayuno, para coger fuerzas hasta la hora de la comida y resarcirse de aquel día que ha empezado tan sumamente mal. Ahora el día se torna de color, la luz brilla, la brisa es agradable, y lo mejor de todo es que hay comida.

Guiándose por el olfato, cruzando la verde llanura de hierba, consigue llegar al puesto de comida del cual brotan todas aquellas sensaciones olfativas. Es un tenderete parecido a un carro con dos ruedas y un toldo a rayas rojas y blancas donde se resguarda el dueño; un tipo gordo con bigote canoso, con una sonrisa muy amplia. “¡Acérquese amigo!. ¿Qué desea desayunar?, porque lo que quiere es desayunar, ¿no? Apuesto a que sí”. Le miro a la cara sonriendo y contesto cortésmente: “Pues tiene usted razón, caballero. No habría otra cosa en el mundo que deseara ahora mismo que comerme uno de esos estupendos gofres con nata y chocolate caliente, acompañado de un enorme café capuccino. Apuesta usted a caballo ganador entonces”. Se pone a trabajar sacando un gofre caliente de la plancha y comienza a echarle gran cantidad de nata por encima; utiliza uno de esos botes típicos de nata que todos hemos cogido alguna vez de pequeños y hemos puesto a comerla directamente de ahí, llenándonos la boca hasta que llegara a rebosar. Cuando termina de rociar completamente la delicatesen de nata se para y me pregunta: “Dijo que quería chocolate, ¿no? Apuesto a que sí”. Sin dejar de mirar toda aquella nata, asentí con la cabeza sin decir palabra alguna. Él tipo se dispuso a echarme el chocolate caliente por encima de toda aquella montaña de nata. Mientras iba dibujando sobre la nata, esta se iba deshaciendo al contacto con el líquido caliente. Lo cierto es que se le estaba empezando a caer la babilla con tan deliciosa estampa. Tanto hambre tiene que no puede esperar a tener listo el café para empezar a comer. Cuando el dueño del carrito termina de preparar aquel manjar de grasas, azúcares y colesterol, nuestro querido amigo se abalanza sobre él y comienza a devorarlo sin ni si quiera prestar atención al papel que bordeaba el mismo. Al momento también tenía preparado el café y completo el desayuno. El tendero le dijo : “Amigo, coma despacio que le va a sentar mal, ¿no?. Apuesto que sí”.

fin capítulo 3

jueves, marzo 22, 2007

Día Tenso (Cap.2)

Baja rápidamente las escaleras del edificio y cuando llega al portal se encuentra de frente con su casero, al cual debe el alquiler del mes pasado. El casero trata de detenerle: “Buenos días, querido inquilino deudor. ¿Sabe usted que me debe el mes pasado?”. Él responde rápidamente y sin mirarle a los ojos: “Sí señor, lo tengo en mente, no crea que me olvido. Estoy a punto de cobrar a un cliente muy importante y le pagaré varios meses por anticipado. Ahora tengo mucha prisa. Buenos días, señor “. Le esquiva como puede, ya que el casero ocupa casi la totalidad del pasillo que da acceso al ‘hall’ del portal. Abre la puerta y sale corriendo detrás del autobús, que acaba de pasar justo por delante del portal. Si lo pierde, llegará tarde seguro y tendrá que dar explicaciones a su jefe. El día acaba de empezar y ya tiene problemas; veamos cómo será al final del mismo.

Consigue llegar a la parada y subir al vehículo. Jadea de la carrera que se ha dado para llegar a tiempo, pero lo ha conseguido y está a bordo. Se dispone a sacar su billete; siempre lo guarda dentro de la cartera, junto a una pequeña fotografía de la Gioconda. Es un enamorado de todo lo que tenga que ver con el arte. Busca y busca en el bolsillo, pero no la encuentra. Introduce la mano en todos los recovecos posibles de su abrigo y pantalón sin éxito. Se ha debido olvidar la cartera en la mesita de la entrada por culpa de las prisas. Mira hacia atrás y hay una cola de nueve personas detrás de él, esperándole para pagar. El conductor le pregunta: “Oiga, todos tenemos prisa. ¿Va a tardar mucho en pagar su billete?”. A lo que no le queda más remedio que mirarle con cara de pena y decir: “Olvidé mi cartera en casa. Usted sabe que todos los días cojo este autobús para ir a trabajar. ¿Podría pagarle mañana el billete de hoy, por favor?”. Le mira muy serio y contesta: “Bájese ahora mismo de mi autobús si no tiene dinero para pagar el billete; está usted haciendo perder el tiempo a todo el mundo. No le conozco lo suficiente para fiarme de usted. Además con esa ‘pinta’ que tiene nadie lo haría”. Su cara cambia por momentos y decide que lo mejor es bajarse porque la gente de la fila estaba empezando a ponerse nerviosa y sus caras eran más furiosas que amables.

Se baja y decide ir andando al trabajo. Llegará tarde, pero por lo menos disfrutará de la agradable temperatura que hace esta mañana. Se relaja, se pone sus gafas de sol, se olvida del asuntillo con el conductor y silbando se pone a caminar por la acera. Cuando llega a la altura del parque, puesto que llega tarde, decide que es mejor pasear por dentro del mismo para cruzarlo en lugar de rodearlo por la acera. Cruza la gran reja metálica de la entrada y sigue el camino marcado con hitos de color rojo. El parque está lleno de senderos marcados cada uno con distintos hitos de colores. Cada camino lleva a un lugar distinto del parque, así que es importante saber donde lleva cada uno para no terminar perdido. La parte de vegetación es tan frondosa y espesa que resulta casi imposible caminar por el parque si no se hace por las zonas habilitadas.

Absorto en sus pensamientos y disfrutando del gorjeo de los pájaros, sin darse cuenta, su pié topa con un excremento de perro. Rápidamente la sensación se hace notar al caminar. “Joder! La gente debería recoger la mierda que dejan sus bichos para que otros no la suframos. Encima son mis zapatos de ante”. Se detiene y trata de limpiar los restos de aquella ‘mina’ colocada estratégicamente por algún can. Frota su pié contra la raíz de un gran sauce y logra limpiar la mayor parte de aquel destrozo. Prosigue su camino, tratando de centrarse de nuevo en sus pensamientos y disfrutar del entorno, aunque tendrá cuidado de mirar al suelo para no llevarse más sorpresas.

fin capítulo 2

martes, marzo 13, 2007

Día Tenso (Cap.1)

Suena el despertador y piensa : “Otra mañana más en la que tengo que ir a trabajar, algún día dejaré esta porquería de trabajo y mi vida cambiará por completo”. Se levanta, se viste y se encamina hacia el aseo para vaciar su vejiga como cualquier otra mañana. “¡Mierda! Otra vez he vuelto a mear fuera. Cuándo me acordaré de sentarme antes de lanzar el primer chorro”. Limpia con papel higiénico como buenamente puede los restos de fluido y se dirige a la cocina por el pasillo, no sin antes esquivar varios obstáculos: “Debería recoger toda esta mierda del pasillo y colocarla en algún sitio, o mejor aún, tirarla a la basura. Todos son trastos viejos e inútiles que estorban y ya no se usan siquiera. Eso haré cuando vuelva de trabajar, tirarlos todos”. Estando en la cocina observa los restos de la cena de ayer en el fregadero y dirige la mirada hacia el escurre-platos; tal vez con un poco de suerte quedará alguna taza libre y un plato para la tostada de todos los días. Pero ese día no hay suerte. Esta todo sucio en el fregadero, y por el aspecto que tienen los cacharros deben haber estado allí tres o cuatro días. Se acerca y mirando la pila de suciedad acumulada, dice en voz alta: “Ja! Hoy toca desayunar en el bar, que voy con demasiada prisa como para recoger todo este desastre.” Da media vuelta y se va al dormitorio para vestirse. El reloj del pasillo marca las 8.30 am. Su trabajo no está lejos, a unos 15 minutos en autobús, pero todos los días llega tarde por unas causas o por otras y tiene que sufrir la regañina de su jefe.

Su gusto es pésimo para vestir y esa mañana no va a ser una excepción. No es capaz de discernir los colores que conjuntan con los que no lo hacen, y también poseé un particular sentido del frío y el calor. Es capaz de salir con sandalias en pleno día de nieve o con una cazadora de cuero negra en pleno calor estival. Abre su enorme armario, flanqueado por dos grandes espejos, y se pone a rebuscar algún traje de los que tiene metidos en bolsas de la tintorería. No tiene lavadora en casa y lleva la ropa a la tintorería para que la laven. Parece que ha encontrado un traje que le llama la atención. De raya diplomática, en negro, muy elegante. Pero cuando quita la chaqueta de la percha y deja ver los pantalones que lo acompañan, aparecen unos cuadros escoceses. El gusto particular vuelve a aflorar.

Se ha vestido por completo en menos de un minuto y se mira en el espejo observando lo que para él es una elegancia completa y total. Se percata de algo : “Ummmm, a este modelito le iría muy bien un sombrero. Sí, definitivamente sí “. Entonces se acerca al perchero del recibidor y se pone a mirar entre los sombreros que hay colgados cual de todos conjunta más con su ropa. Escoge uno negro de bombín; el típico sombrero inglés. Habiendo terminado de vestirse, sombrero incluido, coge su portafolios y sale de casa a toda prisa. Ya llega tarde al trabajo como todos los días.

fin capítulo 1

viernes, enero 19, 2007

Travesía Salada (Parte 7)

Habiendo salido del pequeño ‘shock’ en el que me hallaba inmerso, pude reaccionar y tratar de buscar a Peter, aunque tenía dudas de si él era el culpable de estas muertes violentas. Debía tener cuidado y buscar algún tipo de protección por si hiciera falta defenderme del peligro que ahora me acechaba a mí, puesto que el resto de mis compañeros habían sido asesinados. Hice el camino inverso de vuelta hasta el pasillo de los camarotes. Mi intención era la de ir a la cocina y conseguir alguno de los cuchillos de los que el occiso Phil utilizaba para preparar sus manjares. Sentía ahora más fuerza que antes en las piernas y poco a poco me fui desplazando hasta la cocina, dando bandazos de un lado a otro del pasillo. Comencé a rebuscar por uno de los grandes cajones con utensilios metálicos. Al fin localicé el objeto adecuado, no sin antes haberme practicado varios cortes sin importancia con el resto de los cachivaches. Agarré con fuerza el cuchillo de grandes dimensiones que había conseguido y me encaminé al pasillo de nuevo. Trataba de dominar mi miedo como buenamente podía dadas las circunstancias. Mi objetivo ahora era el cuarto de Peter. Esperaba encontrar allí la respuesta a varias de mis preguntas. Recorrí el pasillo todo lo rápido que mis maltrechas piernas me permitían hasta que me situé en la puerta de su camarote; se encontraba al final del pasillo, situado justo debajo del timón de popa. Decía que prefería aquel recinto porque el ruido de las hélices del motor le ayudaban a conciliar el sueño.

Coloqué el cuchillo en posición de ataque, levantando la mano derecha mientras con la izquierda me disponía a girar el pomo. Por un instante dude si realmente quería abrir aquella siniestra puerta. Lo que podía encontrar en su interior lo desconocía y eso me aterraba aún más si cabía. Reuní todo el valor que me quedaba, giré el pomo y abrí sigilosamente. La habitación se encontraba iluminada por el ojo de buey, situado en la misma vertical de la popa del velero. Eché un vistazo rápido a mi alrededor en busca del asesino, pero no había nada que indicara que Peter se encontrara en ese lugar. Estaba totalmente desconcertado. De pronto escuché un fuerte golpe procedente de cubierta.

Por un momento me paré a pensar si Peter estaba planeando algo allí arriba; debía estar muy atento a cualquier movimiento que hiciera para no cogerme desprevenido. Solamente había una manera de subir a cubierta, por una puerta junto a la cocina se accedía a un pequeño vestíbulo con unas estrechas escaleras que ascendían. El vestíbulo era un habitáculo estanco entre la puerta del pasillo de los camarotes y una escotilla que daba el acceso a cubierta. Caminé torpemente por el pasillo, aunque prácticamente la parálisis de mis piernas había desaparecido por completo. Me situé en la puerta del vestíbulo y coloqué mi cabeza junto a ella, trataba de averiguar si Peter se encontraba allí o seguía en cubierta, esperándome. No escuché ruido alguno a excepción del latido incesante de mi corazón; me encontraba demasiado excitado como para que la frecuencia de mis pulsaciones fuera normal. Me decidí y abrí con fuerza la puerta.

El habitáculo era pequeño y no había mucho sitio para subir a arriba de manera muy cómoda. Me agarré con la mano izquierda a la pequeña barandilla metálica mientras con la derecha sostenía el cuchillo, mi única protección a bordo. Llegué a la escotilla de salida y traté de empujar hacia arriba con la cabeza mientras me sostenía sin dejar suelto el cuchillo; estaba cerrada. Mi sorpresa fue mayúscula cuando comprobé que la escotilla había sido cerrada desde dentro. El golpe procedía de cubierta. Ya no estaba seguro de nada de lo que había escuchado antes.

Agarré por la hoja el cuchillo con la boca y apoyando la espalda contra la pared me liberé de la otra mano para tratar de abrir. El cerrojo sonó. Me reincorporé a la postura anterior y realicé el mismo movimiento previamente fallido. La escotilla cedió y pude asomar la cabeza. Había amanecido completamente y comprobé que el barco se movía. Alguien había desplegado las velas y el viento nos empuja a rumbo desconocido por mí. Salté hacia el exterior y me coloqué junto a la entrada, observando todo lo que se encontraba tanto en la proa como en la popa; no había ningún tipo de movimiento. Cuando lancé la mirada a proa pude ver que nos estábamos acercando a tierra firme, estábamos llegando al mismo puerto del cual partimos. Se podía divisar en el horizonte la ciudad de Bongaree. Decidí subir al puente de mando para ver el rumbo que marcaba la brújula. De pronto la botavara se me echó encima y pude esquivarla agachándome, se había soltado de repente. De ella colgaba el cuerpo de Peter. No podía creer lo que estaba viendo en ese momento. No sabía de dónde había salido. Cuando levanté la vista me di cuenta que era lo que había escuchado estando abajo. Una soga colgaba aún del mástil, con uno de sus extremos partido. El cuerpo de Peter había estado colgado de aquella cuerda, de hecho su cuello aún tenía parte de ella colgando.

Estaba totalmente desconcertado, no podía adivinar qué era lo que había ocurrido allí. Mientras seguía cavilando sobre el hallazgo, un fuerte golpe me lanzó al suelo. El barco había ido a golpearse contra uno de los muelles del puerto. Muchos marineros que merodeaban por allí a aquellas horas, se lanzaron al barco para socorrernos a la tripulación. Habían visto el cuerpo de Peter y llamaron a la policía.

Una vez estuve en dependencias policiales declarando durante 2 largos días, me dejaron marchar a la espera del juicio. Todo el mundo pensaba que había sido yo el artífice de tal macabro crimen. Mientras estaba en mi hotel esperando que llegara mi suerte, en mi cabeza no dejaba de tomar más cuerpo cada vez la idea de que Peter había acabado con la vida de todos y luego se había suicidado; era lo único que podía haber ocurrido puesto que yo me quedé en la cocina dormido, y tal vez por eso me salvara de su enajenación.

Pasaron dos semanas hasta que se celebró el juicio. El veredicto, según las pruebas halladas, dictaminó que yo era inocente de los cargos de asesinato de mis compañeros y que el culpable de todo aquello había sido Peter, que posteriormente se había ahorcado como remordimiento de los actos que había cometido. Me pusieron en libertad y volví a mi ciudad, con mi familia. Aquella experiencia había resultado demasiado traumática para mí.

Ahora escribo esta historia desde mi habitación. Estoy ingresado en un centro de atención para enfermos mentales, en el que llevo ya cinco años. Al poco tiempo de regresar a casa de mis padres, vieron que necesitaba tratamiento psiquiátrico y me llevaron a varios especialistas. Me diagnosticaron: ‘trastorno bipolar tipo I’ . No quiero hacerme a la idea, pero está claro que el que acabó con la vida de todos mis amigos fui yo.

Fin.

jueves, enero 18, 2007

Travesía Salada (Parte 6)

Al fin conseguí llegar donde estaba Jack. Con los brazos le agarré fuertemente y me puse a zarandearle con energía, pero no conseguí que dijera una sola palabra. Entonces fue cuando me acerqué a su cara para tratar de saber si respiraba. Pude observar con sorpresa que se encontraba muerto. Tenía los ojos muy abiertos y la expresión de su cara estaba deformada por el terror. Me dejé caer sobre su pecho para tratar de borrar de mi mente esa mueca macabra que había quedado plasmado sobre su faz. De pronto comencé a gritar los nombres de Phil y Peter porque necesitaba urgentemente que alguien apareciera para ver lo ocurrido. Estaba tan asustado que no podía articular otra palabra distinta a sus nombres. El pavor había hecho presa a mi cuerpo ante tal escena. Nadie acudía en auxilio a mis gritos, así que decidí emprender la marcha por el pasillo para alcanzar la puerta del camarote de Phil, que solía dormir con tapones para los oídos para que no le molestaran nuestras conversaciones a gritos. Fui arrastrándome por el suelo enmoquetado; seguía sin tener reacción alguna en las piernas. No sabía qué me había ocurrido para estar en esa situación tan patética.

Finalmente llegué a la puerta de Phil y comencé a golpearla de manera impetuosa. A la segunda arremetida contra la puerta, cedió abriéndose por completo llegando a golpear el mueble situado justo detrás de ella. Estaba muy oscuro todo y no podía ver absolutamente nada, excepto un pequeño ojo de buey por el que parecía que fuera estaba amaneciendo. Cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad pude distinguir el cuerpo de Phil; se encontraba tumbado de costado, enfrentado a la pared. Todo parecía normal hasta que recordé lo mucho que roncaba. Siempre ha hecho mucho ruido mientras dormía, incluso de pequeños. Phil, debido a su obesidad, ha sufrido todo tipo de enfermedades y la bronquitis era una de ellas, de ahí que nos regalara grandes serenatas cuando quedábamos para dormir todos juntos. El hecho era que se encontraba todo en un profundo silencio, lo que en aquel barco me aterraba por todo lo que había pasado anteriormente. Me detuve un instante en el umbral de la puerta para hacer un descanso. Me encontraba muy exhausto por el gran esfuerzo que estaba realizando para arrastrarme por el suelo enmoquetado del pasillo. Me apoyé en el cerco en ángulo de noventa grados, observándome las piernas. Con los brazos extendidos hacia ellas comencé a palpar los muslos, y lo cierto era que sentía mis manos recorrerlos. Parecía que comenzaba a recuperar la sensibilidad. Seguí masajeándome las extremidades durante un rato; cada vez notaba mejoría y eso me reconfortaba. Pasado un tiempo me sentí con fuerzas para emprender el camino hacia la cama de Phil. Apoyado sobre el cerco de la puerta traté de levantarme por mis propias piernas, y con un gran esfuerzo conseguí erguirme de nuevo. Tenía que mantenerme sujeto por los brazos porque aún no tenía el vigor suficiente. Me dispuse a avanzar guiándome por la misma pared interior del camarote. Fui palpando todo con sumo cuidado para no tropezar con los obstáculos que hubiera en el recorrido. Podía distinguir con más claridad cosas que solo estuvieran en mi campo de visión orientado hacia el pasillo. Pasó largo tiempo hasta que llegué a la cama; mis piernas no eran de mucha utilidad para aquella emergencia. Alcancé con mi mano el hombro izquierdo de Phil y pude sentir que algo viscoso se había impregnado en toda mi mano. Era una sustancia caliente y muy pastosa. Fui bajando la mano hasta llegar a su cabeza con la intención de despertarle. Palpando pude notar como le sobresalían de los oídos los tapones que se colocaba. Cuando agarré su cabeza para girarla hacia mí, cayó rodando de la cama hasta la puerta del camarote. Mi cuerpo quedó atenazado. Acababa de ver la cabeza de uno de mis amigos desprendérsele del cuerpo y caer rodando por el suelo. Todo empezó a parecerme una pesadilla dantesca de la que no podía escapar.

jueves, enero 11, 2007

Travesía Salada (Parte 5)

Un fuerte golpe me despertó. Me había quedado dormido sobre la mesa. Aún estaba puesta tal cual la dejamos. Miré a mi alrededor y pude comprobar que el resto de mis compañeros se habían levantado y marchado; solamente quedaba yo por irme a dormir. El sonido parecía proceder del pasillo que daba acceso a los camarotes. Intenté incorporarme un poco, pero me desplomé sobre mi asiento; seguía bastante ebrio y mareado como para tratar de levantarme del sitio. Volví a escuchar otro estruendo proveniente del mismo lugar que el anterior. Ahora en lugar de levantarme, lancé una voz preguntando qué era lo que estaba ocurriendo en el pasillo. No obtuve respuesta alguna.

Estaba demasiado inquieto para quedarme parado en el sitio pero era incapaz de moverme, era como si estuviera atado a aquella silla. De pronto otro golpe sonó tan fuerte como el anterior. Empecé a vociferar qué era lo que pasaba; el silencio era aterrador, no hubo ningún tipo de contestación. No era capaz de imaginar qué estaba produciendo aquellos martilleos. Al principio supuse que sería alguno de los que se fueron a dormir, que tal vez tuviera problemas para alcanzar su camarote y fuera dando tumbos por el pasillo, como me ocurrió a mí la noche de la trágica muerte de Jim.

El oleaje del exterior era muy fuerte, el vaivén del barco era incesante y a veces brusco. Tal vez fuera uno de los factores responsables de que no pudiera levantarme de mi sitio. Pero volví a intentar incorporarme, agarrándome ,con las fuerzas que me quedaban, al borde de la mesa. Sostenido por los brazos podía sentir, o mejor dicho, no sentir, las piernas; era como si no tuviera. Me resultaba imposible articular movimiento alguno sobre ellas; estaban totalmente inmovilizadas. Cuando logré ponerme en pié, sujeto totalmente por los brazos, volví a lanzar mi pregunta al aire, obteniendo la misma respuesta que antes: el silencio. La situación se estaba empezando a poner muy complicada, incapaz de dar un solo paso para ver que ocurría y con el sonido de otro golpe de nuevo en el pasillo. Hice un intento de aproximarme a la salida de la cocina, recorriendo la mesa por el borde con las piernas colgando. Cuando me hallaba cerca de la puerta, impulsándome con la manos, brinqué hacia el cerco, encaramándome a él lo mejor que pude, pero siendo inútiles mis intentos me desplomé de nuevo, esta vez al suelo. Asomé la cabeza como pude para tratar de alcanzar con la vista el pasillo de los camarotes. Tuve que arrastrarme un poco más desde donde había caído, hasta que por fin pude observar parte del mismo, pero el ángulo no era el suficiente para verlo completamente. Lo único que acertaba a ver eran las piernas de Jack. Se encontraba tumbado boca arriba. Le pregunté si se encontraba bien y le pedí que me ayudara a levantarme, pero permanecía inmóvil en el suelo. Traté de llamar a los demás gritando sus nombres; nadie salía al pasillo en nuestro auxilio.

Viendo que nadie se había enterado de lo ocurrido, decidí ponerme en marcha arrastrándome por el suelo como hice antes. Así, hice fuerza con mis brazos y me puse a avanzar. Alcancé totalmente la puerta que daba al pasillo y pude ver a Jack completamente; parecía herido. Observé manchas de sangre en la pared. Era como si dos manos ensangrentadas se hubieran deslizado por la pared hasta llegar al suelo. Aquello empezaba a aterrarme.

Según avanzaba por el pasillo, seguía vociferando para hacer que Phil y Peter salieran de su sueño y vinieran en nuestra busca. Jack estaba en un estado fatal. No sabía que le había ocurrido pero no parecía muy tranquilizante ver esa cantidad de sangre por la pared. Continué avanzando hacía él.