lunes, julio 16, 2007

Día tenso (Cap.6)

La luz muestra lo cerca que ha estado de caer a un canal de agua que corre junto a sus pies. Tiene como dos metros de anchura, pero no tiene intención alguna de comprobar su profundidad. De pronto se percata que ha perdido su sombrero. Se debió caer con el golpe del gancho donde estaba colgado el casco. Mira a su alrededor hasta donde la vista y la luz se lo permiten, pero no hay atisbo del sombrero. Ha perdido su sombrero y ahora se encuentra en un angosto pasillo entre el muro de piedra y el torrente. Puede divisar a unos metros de donde se encuentra, una piedra que sobresale de la pared. Se acerca lentamente, con cuidado para no tropezar y caer a las rugientes aguas; que tienen un color oscuro bastante inquietante. A medida que se va acercando, comprueba que tiene forma rectangular; parece un cartel que tiene algún tipo de grabado en su superficie, pero por la distancia y la falta de luz, no es capaz de adivinar de qué se trata. Cuando llega al cartel, puede comprobar que hay unas letras escritas en el cartel, y junto a este una barra metálica saliendo de la pared. Se acerca a las letras para iluminar bien con el carburero, hasta que puede leer con exactitud lo que dice. El texto reza : “Da ubi consistam, et terram caelumque movebo”. Se queda mirando detenidamente cada una de las palabras, pero no acierta a saber lo que quieren decir . “Mierda, esto parece latín. Si hubiera atendido en las clases del instituto en lugar de saltármelas para ir a tomar cervezas, ahora sabría qué demonios quiere decir esto”. Se afana en leerlo una y otra vez, pero la inspiración divina no hace acto de presencia todavía.

Pasa un rato intentando descifrar aquel galimatías sin obtener resultado positivo, así que decide que es mejor dar un paseo para reconocer el terreno por el que se está moviendo. Sigue el bordillo de piedra junto a la pared, dejando atrás el cartel de piedra que tanto dolor de cabeza le está dando. Avanza unos pocos metros más y se topa con otro muro de piedra que se cruza en su camino, impidiéndole continuar su ruta. Es un gran muro de piedra, con una abertura en el centro por la cual discurre el agua, continuando su recorrido a través del mismo. Parece que se encuentra en un callejón sin salida. La única opción es retroceder hasta la escalera metálica y volver a la superficie; no parece haber salida en esa angosta galería.

Se gira con cautela, tratando siempre de mantener las manos junto a la pared, para guardar el mayor equilibrio posible. La idea de caer al agua le da pánico. Una vez consigue girarse del todo, comienza su camino de retorno a la superficie. Pasa junto a la escritura en la pared sin prestarle demasiada atención; ya le había regalado mucho tiempo a aquella estúpida frase en una lengua antigua. Tarda muy poco tiempo en llegar a la escalera metálica del principio de su aventura subterránea; la distancia del recorrido es muy corta , y el tiempo aún más breve cuando se conoce el camino de retorno. Agarra con su mano derecha el primer peldaño y cuando se dispone a tomar el primer impulso, siente un chasquido en el metal; se desprende el trozo de la escalera. Acaba de romper el escalón y lo mira con perplejidad en su mano. Lo cierto es que tiene más donde poder agarrarse, solo que ahora deberá saltar para alcanzar el siguiente. Arroja el desecho al agua. Se prepara agachándose para el salto, coge impulso y salta. Consigue enganchar el siguiente peldaño, pero este también se descuelga de la escalera y le hace caer al suelo. Se queda muy cerca de haber caído al agua y eso le asusta bastante. El trozo de escalera cae al agua también como el anterior. Está allí abajo y sus posibilidades de volver a la superficie se van reduciendo con cada escalón. Decide con cuerpo tembloroso, que tiene que intentarlo una vez más; puede que sea la última oportunidad que tiene de salir de este agujero. Vuelve a agacharse y con todas sus fuerzas salta como nunca antes en toda su vida; toda su esperanza está en ese salto. Logra alcanzar el siguiente peldaño con ambas manos y queda colgando. El escalón parece que esta vez sí que resiste la embestida de todo su cuerpo. Oscila durante unos segundos. Procurando no moverse demasiado, para no soltar la barra de la que se sostiene, espera a parar. Cuando su cuerpo se ha detenido completamente, comienza a tratar de impulsarse hacia arriba, usando sus pies contra la pared como ayuda. Consigue encajar su pie derecho en uno de los agujeros entre las piedras de la pared. Lanza una patada fuerte hacia abajo para alcanzar el siguiente escalón, pero de pronto se descuelga toda la escalera. Cae al suelo con mucha violencia y la escalera le atrapa golpeándole por todo el cuerpo. Por lo menos ha tenido suerte y la llama de su carburero sigue funcionando y ofreciendo luz en aquella oscuridad.

Se queda un rato tendido boca arriba en la piedra hasta que se le pasa el susto. Parte de su pierna izquierda ha quedado dentro del agua del canal, pero ahora no le preocupa mucho eso, se le ha caído una escalera metálica encima y ha podido matarle. Tiene suerte de seguir vivo.

Cuando recupera un poco de fuerzas, consigue quitarse la escalera de encima y apartarla lo suficiente como para poder deslizarse y salir de ella, con el mismo cuidado de siempre para no caer al agua; una cosa es una pierna y otra muy distinta el cuerpo entero. No olvidemos que no sabemos qué profundidad tiene el torrente. Se separa lo suficiente de la escalera y consigue reincorporarse. Se vuelve a dirigir hacia el grabado en latín; tiene que tener algún sentido y seguro que indica dónde está la salida de este infesto sitio.

Se detiene frente al texto y comienza una y otra vez a leerlo en voz alta. Repite y repite cientos de veces aquella frase sin sentido para su cabeza. En un momento dado, se encuentra sudando tanto que le caen gotas de la cabeza por toda la cara; está tan agotado para seguir leyendo que decide descansar un poco en el suelo. Se sienta en el suelo y coge el casco con las manos para quitárselo, de esta manera aliviaría un poco el sudor que le brotaba del pelo. Como no quiere dejarlo cerca del agua, por si por descuido lo golpea y cae, decide que lo mejor es colocarlo sobra la barra metálica que sale de la pared junto al cartel de piedra. Coloca el casco en la barra, y de pronto está comienza a descender lentamente con unos crujidos. Por el peso del casco se ha debido accionar algún mecanismo que hace que se mueva. Se queda atónito mirando como desciende hasta que llega al tope y cesa su movimiento. Ahora comienza otro ruido a sonar, es otro crujido de roca. El cartel de la escritura indescifrable está girando y deja pasar un rayo de luz de su interior.

fin capítulo 6