jueves, noviembre 27, 2008

El Holocausto del Cazador (Cap.6)

Pasé toda la noche meditando cuál sería la mejor manera de hacer ver a las autoridades nuestra posición para que acudieran a nuestro rescate con el material que dijo la retransmisión de radio. Subir a la superficie era una locura y seguramente nos acarrearía más problemas que soluciones. Desconocíamos el nivel de radiactividad existente y no teníamos ningún medio para averiguarlo. El refugio se creó pensando en posibles amenazas de bombardeos o invasiones terrestres, pero nadie imaginó un desenlace tan fatal como el ocurrido esta vez. No teníamos ningún contador geiger, ni trajes antiradiación, ni máscara alguna que pudiera protegernos del polvo radiactivo del exterior. La situación se tornaba bastante angustiosa sabiendo que podíamos recibir la tan ansiada ayuda, pero que no teníamos medios por el momento para hacernos visibles a los soldados; era muy frustrante.
Pete se despertó y me miró fijamente mientras sonreía. 'Buenos días, por fin saldremos de este agujero”, dijo. Yo le miré con cara de sueño, puesto que no pude pegar ojo, y le respondí que tendríamos que encontrar la manera de pedir ayuda sin subir. Detestaba ser el aguafiestas de tanta emoción, pero prefería que fuera consciente en todo momento del problema que afrontábamos; como si hubieran sido pocos los que habíamos tenido hasta la fecha. Pete se quedó un poco desanimado, pero traté de consolarle diciendo que ya éramos unos auténticos héroes por seguir vivos y que seríamos capaces de solventar el contratiempo tal y como habíamos hecho con todos desde que empezó esta pesadilla. No fui muy convincente porque ni yo mismo me creía lo que estaba diciendo, pero para Pete funcionó. Me dio un gran abrazo y así estuvimos durante un tiempo, abrazados como si nada hubiera ocurrido y estuviéramos como siempre.
Decidimos, pasado un rato, que era hora de ir a desayunar porque no sólo de abrazos y palabras vive el hombre.
Como era una mañana un poco especial, pensamos que sería importante celebrarlo de alguna manera y qué mejor forma que hacer unas tortitas con sirope. Era el principio de una posible vida nueva. Pete era todo un experto chef en prepararlas. Era tan glotón que podía comerse en el desayuno más de diez con nata y sirope; un auténtico titán del dulce. Yo me considero más modesto y puedo decir que con cinco estoy completamente saciado. Así pues, cuando terminó de cocinar, nos sentamos a disfrutar del suculento desayuno. Cierto es que hacía demasiado tiempo que no teníamos una mañana tan alegre; se podía respirar paz y tranquilidad en la mesa. Después de recoger los restos de la pantagruélica pitanza nos dispusimos a pensar en soluciones de manera conjunta. Siempre se ha dicho que dos cerebros pueden pensar más que uno solo.
La ronda de ideas no resultaba muy fructífera porque en más de una hora, ninguno fue capaz de aportar una ocurrencia. La cosa no pintaba bien que digamos. De pronto se me ocurrió algo que podría resultar. Teniendo una bomba que nos servía para poder obtener el agua depurada de un depósito, si fuéramos capaces de invertir el sentido de esa bomba podríamos generar algún tipo de géiser en la superficie lo suficientemente alto como para que pudieran verlo desde el aire. La altura de la vegetación no era muy alta, aunque no sabíamos si seguía en pié como cuando bajamos. Tal vez el poder calorífico de la onda expansiva habría arrasado toda la superficie, carbonizando todos los árboles de los alrededores. También podríamos utilizar algún tipo de condimento que hubiera para cocinar y así poder dar color al agua para hacerla más visible aún. La idea no era tan descabellada y tenía una base lo suficientemente científica como para que funcionara. El único problema era que mientras tuviéramos la bomba invertida, no podríamos abastecernos de agua y en el peor de los casos podría averiarse, siendo entonces cuando habría problemas de verdad en el suministro de agua. Era una idea que teníamos que meditar concienzudamente por el riesgo que implicaba.
Una vez estuve atando los cabos en mi cabeza, pormenorizando todos los elementos y analizando riesgos, me puse a comentarle a Pete la ocurrencia. Le expliqué de manera general, sin entrar en demasiados detalles de la operación. Pete estaba bastante confuso porque no entendía nada del funcionamiento de bombas ni de las posibilidades que podría ofrecernos. Lo único que verdaderamente le preocupaba era si fallaba el asunto y se estropeaba aquel elemento tan necesario para mantenernos con vida. No paraba de repetir que el riesgo era muy elevado y que podría salir mal el asunto. Temía que algo fallara o que no estuvieran todos los detalles meditados y se fuera al traste todo. Finalmente decidimos por unanimidad meditar un par de días la idea y luego hablar para realizarla o buscar otra alternativa menos arriesgada. Mientras tanto estaríamos atentos todas las noches a la radio, a la misma hora que cuando escuchamos la retransmisión, por si dieran cualquier tipo de información adicional. Creo que esos dos días fueron los más lentos de mi vida. El tiempo parecía no correr. Los segundos se hacían horas, los minutos días y las horas meses. Supongo que la sensación era similar a la de un preso en el corredor de la muerte, esperando en su celda el fatal desenlace. A veces creía que mi reloj se había parado. Ójala se hubiera parado el día anterior a toda esta debacle.

Fin Cap.6

martes, octubre 28, 2008

El Holocausto del Cazador (Cap.5)

El tiempo iba pasando y, Pete y yo, íbamos acostumbrándonos cada vez más el uno al otro. Cesaron casi por completo las discusiones de las primeras semanas. Habíamos aprendido a respetarnos, y puesto que no teníamos ninguna opción alternativa, la cosa debía seguir así hasta que las autoridades hicieran algún comunicado por radio del completo fin del peligro en la superficie. El calendario ya había agotado gran parte de las hojas que tenía, lo cual era bastante indicativo del tiempo que llevábamos encerrados en aquel lugar. Con lo espacioso que parecía el primer día, a estas alturas era como vivir en una pequeña madriguera. Las paredes encogían con el paso de los semanas, y el techo se venía sobre nuestras cabezas lenta y despiadadamente. Ya habían transcurrido cinco meses desde el último estallido que sentimos y seguíamos sin respuesta alguna de la radio. Esa semana estuvimos muy desanimados. La moral había decaído mucho al no tener ya nada a lo que aferrarnos contra el aburrimiento. Siempre teniendo el mismo ruido eléctrico de fondo en la radio, emitiendo 24 horas la misma sintonía infernal.
Uno de aquellos días desanimados, nos encontrábamos gritándonos por algo que hizo Pete que me sentó francamente mal. De pronto, la radio tornó su ruido de costumbre por una señal de voz entrecortada. Estábamos tan enfrascados en la disputa, que ninguno escuchó nada de esa señal, hasta que en una de las pausas para coger aire y seguir gritándonos, Pete se acercó al aparato, dijo que le había parecido escuchar algo. Me acerqué apresuradamente junto a él para ver si era cierto aquello. Nos pusimos a la escucha pero sonaba el rudio de siempre. Estuvimos a la espera durante varias horas, sin que diera frutos la escucha. El desánimo hizo su aparición de nuevo.
Ya habiendo preparado la cena y disponiéndonos a repartir la comida, pudimos escuchar con claridad la radio. Salía una voz de hombre que se entrecortaba mucho. Solté los utensilios que tenía para servir y fui corriendo al receptor para tratar de sintonizar mejor esa emisora. Conseguí hacer audible el mensaje que se estaba radiando. Pete se acercó y me abrazó con fuerza mientras ambos mirábamos con alegría la radio. Deseábamos con todas nuestras fuerzas que el mensaje dijera que la guerra había finalizado y que comenzarían a repartir ayudas a la población. Nuestras esperanzas se fueron al traste cuando escuchamos la palabra radiación. El resultado de los bombardeos fue una ola de radiación sobre la faz de la Tierra. El mensaje relataba la cantidad de miles de millones de personas que posiblemente habían fallecido a causa de las bombas atómicas. Era una transmisión del ejército británico desde un búnker. Aconsejaban a la población que quedara viva, no salir de sus refugios bajo ningún concepto debido a la alta radiactividad que existía en la zona. Nos encomendaban a esperar la llegada de las fuerzas militares con material específico y trajes antiradiación, para poder reunir a todos los supervivientes en una zona más segura hasta que se decidiera algún plan para solucionar aquel holocausto mundial. Nos quedamos bastante desconcertados los dos, sin saber exactamente qué decir o qué hacer. Apagamos la radio y cenamos con la frialdad que nos había dejado en el cuerpo las noticias. Esa noche la pasé en blanco sin poder conciliar el sueño. Pete roncaba plácidamente en su cama junto a la mía.

Fin Cap.5

lunes, octubre 27, 2008

El Holocausto del Cazador (Cap.4)

Durante los siguientes días, no cesaron los estruendos de artillería por todas partes. Tratábamos de conciliar el sueño, pero era prácticamente imposible llegar a quedarse profundamente dormido con tanto ataque. Seguíamos sin noticias de nuestros progenitores, lo que nos hacía perder toda esperanza de que hubieran sobrevivido al primer día de los ataques. Mientras tanto, procurábamos mantenernos ocupados, leyendo con la luz que proporcionaba el generador, o bien hablando a oscuras durante horas para ahorrar el máximo de energía, ya que las baterías no eran de larga duración. Nos alimentábamos de latas que teníamos en la despensa y bebíamos el agua que la potabilizadora limpiaba. Por suerte, papá me enseñó a utilizarla unos meses antes de que estallara el conflicto. Teníamos casi todo lo que necesitaban un par de chicos sanos y fuertes para sobrevivir. Lo que más echábamos de menos era la compañía. De hecho, Pete se volvió más callado con el paso de los días. Él no dijo nada, pero yo estaba seguro que echaba tanto de menos a papá y mamá, que una profunda tristeza le embargaba.
Pasaban las semanas sin que nada nuevo sucediera. Las noticias emitían pequeños boletines a ciertas horas puntuales del día, pero sin dar ninguna nueva información. El tedio se hacia presa de nosotros y comenzábamos a tener algunas riñas. El humor era cada vez más irascible y hacía que cualquier ínfimo detalle fuera el detonante de una discusión a gritos, donde normalmente se terminaba cuando alguno golpeaba la pared con un puñetazo. Por supuesto, yo era el mayor y aún me respetaba lo suficiente para no encararse. Siempre hemos estado muy unidos, pero tanta presión y los cambios radicales que habían acontecido eran una carga demasiado pesada incluso para un adulto, cuanto más aún para un par de jovenzuelos con la testosterona disparada.
En la pared teníamos un calendario de 1945 con muchos días seguidos marcados, que terminaban justo el 8 de Mayo, día que se declaró la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial. Allí estaban marcados todos y cada uno de los días que los abuelos junto con mi padre, permanecieron a cubierto por temor a más bombardeos como los del año 40, que arrasaron gran parte del centro de la ciudad. Aunque por suerte para ellos, estaban los suficientemente alejados como para que en la superficie no hubiera merodeando nazis, cuando iban a por provisiones a las granjas cercanas. Muchas veces pensaba, que si ellos pudieron salir adelante viviendo en peores condiciones durante cinco años, nosotros podríamos soportarlo también. Pero no siempre era sencillo pensar de esa manera, y me derrumbaba rompiendo a llorar en alguna habitación, no quería que Pete me viera decaer. Yo era un gran apoyo moral para él, un ejemplo de rectitud y fortaleza ante lo que estaba ocurriendo. Era importante mantener la fé que tenía depositada en mi persona.
Un día, investigando los cajones de un armario, conseguimos un lapicero que decidimos utilizar para apuntar todos los días que iban pasando, tal y como hicieron nuestros familiares años atrás. Así pues, cogimos el calendario y sin desarmarlo, lo colocamos de tal forma que pudimos escribir por la parte trasera. No quisimos deshacernos de tal recuerdo y tratar de mantenerlo lo más intacto que pudimos. Entonces, nos turnamos uno cada día para encargarse de anotar el día que era. Llegamos incluso a apuntar las fechas de cumpleaños de la gente que conocíamos. Era una manera de pasar el tiempo como otra cualquiera, que nos hacía especialmente felices, recordando a las personas que conocíamos y contando algún tipo de anécdota relacionada con ellas.

Fin Cap.4

martes, septiembre 23, 2008

El Holocausto del Cazador (Cap.3)

Pasados los primeros momentos del susto inicial, y aún con las manos temblorosas, me acerqué a una vieja radio que teníamos en el búnker con una antena exterior, para tratar de averiguar alguna noticia sobre lo acontecido. Estuve un buen rato tratando de sintonizar alguna emisora pero no conseguía nada que no fuera ruido eléctrico. Mi hermano veía como me desesperaba una y otra vez, hasta que me dijo que lo dejara, que ya intentaría él localizar alguna señal de radio. Le cedí mi sitio junto a la radio para tratar de relajarme un poco y pensar con claridad. La situación estaba comenzando a quedarme un poco grande y no sabía como reaccionar. Mientras me encontraba absorto en mis pensamientos, buscando una táctica para organizarnos, Pete consiguió que la radio funcionara y escuchamos las palabras de un reportero. El sonido era muy precario y muchas de las palabras no llegaban a ser inteligibles. Lo único que pudimos entender con claridad fue que había caído una bomba nuclear sobre el centro de Londres. El estruendo que nos sacudió debió ser la detonación de aquel artefacto. Entretanto seguíamos sin tener noticias de nuestros padres. Papá había salido en busca de mamá para traerla al refugio y no supimos más de los dos. Esperaba que hubieran corrido buena suerte y no les hubiera afectado la onda expansiva, pero no estaba muy seguro de ello después de haber visto las imágenes de lo ocurrido en el estallido de Moscú días atrás en la televisión.
Las horas iban transcurriendo y seguían sin aparecer. Pete se quedó dormido del cansancio por la tensión y yo trataba de aguantar como buenamente podía por si necesitaban ayuda para bajar al búnker cuando llegaran. El sonido de fondo de la radio iba y venía con frecuencia; la señal captada era muy débil e inestable. Finalmente me quedé dormido junto a la puerta, sentado en una silla.
Una fuerte sacudida me despertó del profundo sueño. La entrada al refugio seguía exactamente igual que cuando cerré los ojos. Me apresuré para ver si estaban mis padres en alguno de los departamentos del lugar, pero solamente encontré a Pete en una de las camas; el resto se encontraban vacías y perfectamente colocadas. Esa noche no habían venido. La idea de que algo malo había ocurrido comenzaba a hacerse cada vez más palpable en mi cabeza.
Pete se levantó de la cama y vino donde me encontraba. Preguntó si habían venido y tuve que responderle que me temía lo peor, pero que no toda esperanza estaba perdida. Él se echó a llorar y las bombas de nuevo comenzaron a rugir sobre la superficie. La radio seguía conectada y no paraba de decir que Inglaterra estaba siendo bombardeada por la aviación rusa.

Fin Cap.3

miércoles, septiembre 17, 2008

El Holocausto del Cazador (Cap.2)

Recuerdo que vivíamos en una pequeña casa en la zona suroeste de Londres, situada junto a un gran bosque en Oxshott. Durante los siguientes días a la noticia del primer misil nuclear enviado por los americanos, la gente se dedicaba a hacer acopio de víveres y todo tipo de enseres que pudieran resultarles útiles durante aquel conflicto, que se temía que sería a escala mundial, debido al alto número de aliados que poseían ambos contendientes. Mi padre también se imaginaba lo peor, así que acudió como el resto del mundo al supermercado. Las noticias no paraban de decir la cantidad de muertos que habían resultado de aquella acción nuclear, además de los efectos secundarios que tendría el resto de la población que había sobrevivido a aquel ataque. Todo el mundo se esperaba la inminente respuesta rusa, pero el tiempo se hacía lento y jugaba a nuestro favor, aunque aún no lo sabíamos.
Cuando mi padre llegó con todas las provisiones que había sido capaz de encontrar, las etiquetamos e hicimos una lista. Le gustaba que todo estuviera bajo un estricto control. Lo Cargamos en la furgoneta y las llevamos al refugio del bosque. Fue construído por el abuelo durante la Segunda Guerra Mundial, para proteger a la familia durante los bombardeos de la Luftflotte 2, perteneciente a la Luftwaffe alemana. El búnker, subterráneo en su totalidad, estaba edificado en piedra y recubierto de madera de roble por dentro. La puerta que daba al exterior era pequeña y metálica. La teníamos cerrada con una gran cadena de eslabones gruesos junto con un enorme candado que, aunque era muy viejo, daba sensación de ser muy fuerte. Desde la puerta principal se bajaba, por unos estrechos escalones labrados en piedra, durante varios metros hasta llegar a otra puerta metálica: la antesala del propio refugio. Al terminar de transportar todas las provisiones y colocarlas en su debido sitio, mi padre nos dejó a mi hermano Pete y a mí en el búnker y se marchó a casa para recoger a mamá, para instalarnos todos hasta que pasara el horror y la incertidumbre de las primeras semanas. Allí, con los alimentos recogidos, la potabilizadora de agua y los paneles fotovoltaicos que se instalaron para dar energía al refugio, teníamos todo lo necesario para aguantar cualquier situación conflictiva durante meses, sino años. Fue la última vez que vi a mi padre, saliendo por aquella puerta; pero eso todavía no lo sabía. Esa misma noche, una bomba nuclear se lanzó desde un avión ruso sobre Londres. Devastó todo lo que encontró a su paso, arrasando casas, vehículos, animales, etc. Escuchamos el estruendo de la explosión y nos quedamos pálidos de terror. Nosotros seguíamos vivos, pero no sabíamos nada de nuestros padres.

Fin Cap.2

lunes, septiembre 08, 2008

El Holocausto del Cazador (Cap.1)

Es en el año 2019 cuando todo aquello que pensábamos que no podría ocurrir nunca, sucedió...

Tras las intensas investigaciones sobre la muerte del presidente de los Estados Unidos en un gran atentado durante su discurso para su reelección, se comprobaron todos los datos hallados, y se llegó a la conclusión de que los terroristas del magnicidio eran un grupo armado ruso, entrenado y protegido por agentes del antiguo K.G.B.. Este grave conflicto terminó desembocando en un cruce de acusaciones entre políticos y militares de ambos bandos. Mientras los americanos acusaban directamente a los rusos, estos se defendían culpando a los grupos radicales islamistas.
Después de dos largos meses de cruces de descalificaciones y amenazas reiteradas entre ambos, hubo una reunión de toda la cúpula militar estadounidense donde se propondría la solución definitiva al conflicto. Habiendo estado más de dos días con reuniones maratonianas, el jefe del Estado Mayor ordenó una rueda de prensa en la cual comunicaría la decisión tomada al país. El discurso, bien preparado por sus asesores, estaba dirigido a todos los americanos que seguían pensando en el poder armamentístico de su país. Fue un discurso muy breve y conciso; su última frase fue : “Compatriotas, tenemos el deber de volver a liberar al mundo de las garras del comunismo. Volvemos a estar en guerra. Dios bendiga a América”.
Se sucedieron numerosas concentraciones por todo el país en contra de la decisión tomada por el líder militar americano. En todo el mundo se manifestaba la gente contra la guerra, frente a las embajadas americanas de medio mundo; ya tenían recuerdos vividos de conflictos pasados como Iraq, Afganistán, Georgia... y no querían repetir todas esas desgracias de nuevo. Se quemaban banderas y coreaban consignas anti-americanas. A pesar de todo, el resultado final, fue la puesta en marcha del ataque contra los rusos. Se enviaron ataques aéreos desde todas las bases americanas próximas a Rusia y los Rusos defendieron su territorio con todo tipo de armamento, ordenando ataques aéreos contra bases americanas en su radio de acción. La ofensiva de ataques duró un par de semanas; el suficiente tiempo para que entraran en juego los barcos de guerra estadounidenses. Fue una dura batalla en la que no perdían terreno ninguno de los dos bandos. No se atrevieron a utilizar tropas de a pié por las condiciones de la guerra; estaba siendo todo desde la distancia. Los cruces de descalificaciones vía prensa se sucedían cada vez con más agresividad, dejando de lado la diplomacia. El momento que se vivía era muy tenso, y ningún país de los aliados se prestaba a ayudar a ningún implicado.
Cuando la contienda parecía no tener fin, después de varios meses de ataques, la cúpula militar estadounidense decidió emplear el uso de armas de destrucción masiva para terminar con la disputa. A la conclusión de la orden de preparar todas esas armas, comenzó un ataque nuclear con el envío de un misil de medio alcance desde una de las bases cercanas europeas, directo al corazón del Kremlin. La era nuclear acababa de hacer aparición y el futuro se tornaba negro.

Fin Cap.1

jueves, junio 19, 2008

Día tenso (Cap.11)

Sumergido en ese suelo viscoso, con la completa oscuridad del sitio tras haberse cerrado la ranura por la que entraba la poca luz que había, nuestro personaje queda inerte. Se puede observar en su cara,el sufrimiento soportado mientras se axfiaba lentamente. Los ojos desorbitados, la mandíbula desencajada, y el gesto de los brazos tratando de mantenerse a flote entre aquella viscosidad.Está muerto.

Pasa un instante y comienza a vislumbrarse un rayo de luz entre la oscura viscosidad. Cada vez aparece más luz; muy brillante, casi cegadora. Se trata de las paredes en las que se encentra encajada la gelatina asesina, están desmoronándose. El resultado visible es el de un recipiente acristalado en el que se halla el cuerpo sin vida, rodeado de miles iguales a este, con criaturas de todo tipo en su interior. Un gran brazo mecánico de metal se aproxima al recipiente y lo marca con un distintivo para diferenciarlo del resto, para luego otro artilugio con pinzas y sujeto a un raíl aéreo, cogerlo y moverlo de sitio. Lo traslada en volandas, cruzando largas hileras de tarros. Finalmente el viaje aéreo termina através de un oscuro túnel, iluminado por pequeños gálibos de color verde y rojo alternados. La parada se realiza en un contenedor cilíndrico, donde se deposita con perfecta exactitud el recipiente. Hay multitud de herramientas de todo tipo en una gran mesa metálica junto al contenedor, además de una gran cantidad de aparatos electrónicos. Un ser de tamaño pequeño con forma ovalada se acerca a la mesa y comienza a presionar varios botones de varios instrumentos electrónicos. A continuación se habre la compuerta situada justo detrás del recipiente y un aparato metálico lanza un rayo de corriente sobre el contenedor. El ruido que se produce es ensordecedor; como si de la caída de miles de vigas de hierro cayeran sobre un suelo metálico. Cuando el estruendo cesa, el ser pulsa otra serie de botones y el contender se abre, mostrando la transformación que ha habido en su interior tras el rayo. La masa viscosa donde se encontraba el cadáver, ha solidificado completamente y se ha quedado dividida en millones de pequeños cubos perfectos de color oscuro. Se acerca el extraño ser al montón de cubos y coge uno con cuidado de no tirar el resto. Lo observa a la luz; contiene parte de un ojo del cuerpo. Revisa la estructura varias veces y posteriormente lo engulle. Han convertido al humano en comida alienígena. Se activa una luz roja en la habitación y al momento aparece una máquina que recoge todas las porciones y las hace desaparecer por el mismo túnel que apareció el contenedor. La luz se torna de nuevo verde y al instante aparece otro contenedor metálico...

fin

jueves, enero 24, 2008

Día tenso (Cap.10)

Avanza lentamente, adentrándose en la completa oscuridad. Se toca con la mano la cabeza, pero comprueba que el casco que encontró al principio de su aventura subterránea, lo dejó olvidado en la primera puerta que consiguió abrir. Así, se ve perdido, sin ver absolutamente nada; todo es de color negro, oscuridad absoluta. Moviendo los brazos con grandes aspavientos, trata de evitar chocar con algo; ha tenido sufiencientes golpes durante esta aventura y no está dispuesto a sufrir alguno más.
Tras unos agitados aleteos consigue topar con algo rígido; parece una pared por el tacto. Comienza a palpar cuidadosamente con ambas manos sobre la superficie hallada; está fría y es rugosa.
De pronto, la puerta por la que había conseguido acceder a aquel sitio se cierra de golpe, con un gran estruendo. Como le pasó anteriormente, sabe que la única opción que tiene es avanzar. Cada vez que avanza, se le cierra la entrada por la que accedió.
Continúa su camino hacia delante, palpando con ambas manos la pared. Empieza a sentir una corriente de aire cruzandole la cara, de hecho, lleva consigo un aroma de algo que podría ser comida, lo cual anima mucho, puesto que desconoce el tiempo que lleva en aquel sitio desde la hora en que se le ocurrió bajar por la alcantarilla, pero es posible que hayan pasado varias horas desde aquella acción. Aumenta el paso y se apresura en busca de la salida. Se guía por el olfato y el placer del aire recorriéndole la cara. Pasadas unas zancadas consigue entrever una ranura por la que entran rayos de luz. Se acerca rápidamente y logra alcanzar dicha ranura. La luz que pasa através de ella es de color verde claro, como si pasara cruzando la delgada hoja de una planta. Lo que no es capaz de adivinar es el origen de olor a comida. Podría decirse que es una mezcla de varios platos juntos; un guiso de carne, un asado, pescado frito, incluso alguna verdura recién cortada. Es un olor muy intenso, pero indescriptible. Si algo tiene claro es que es de comida, seguro.
Las tripas comienzan a rugir en su interior, pidiendo combustible para seguir dando energías a su cuerpo. Mientras el asoma la cabeza una y otra vez por la ranura, con la intención de poder divisar cualquier cosa que esté al otro lado. La ranuda parece alojada en una pared fuerte, hecha posiblemente de piedra, lo que deduce por su rigidez y frialdad, pero al estar sin luz puede tratarse de cualquier otro material.
Se mantiene apoyando la cabeza contra la pared mientras observa la luz verdosa cuando un pie comienza a hundirse. De pronto cae al suelo, el otro pie también se ha hundido en él. Palpa con las manos su cuerpo para ver si se ha malherido y se percata de que algo no va bien. El firme ha cedido y se encuentra hundido hasta las rodillas. Baja con las manos y nota que sus rodillas han sido engullidas por el suelo. Trata de alzarse con los brazos, pero estos también se hunden. Se encuentra con ambas piernas y los brazos, incrustados en él.
Se empieza a poner nervioso, conoce algunas historias sobre arenas movedizas y esto parece que es el caso que le está ocurriendo. El caso es que no es arena lo que formaba el firme, era una sustancia más rígida, de ahí que se sienta extrañado y temeroso al mismo tiempo. La oscuridad no le permite ver qué es lo que realmente está sucediendo, pero siente que su cuerpo está siendo engullido por el mismo. Poco a poco, se va hundiendo, mientras trata de relajarse y pensar en algo que pueda sacarle de esa situación.
La tensión le puede en un momento y comienza a gritar, pidiendo ayuda desesperadamente. Mira hacia la ranura de luz, tal vez alguien pueda escuchar sus alaridos y venga en su ayuda. Pero todo es inútil. Cada vez está más enterrado en aquel suelo, que se va volviendo viscoso a medida que le va tragando, más y más. Es como si estuviera salivando para preparar la suculenta comida.
Llegado un momento en que solamente tiene la cabeza fuera del movedizo suelo, deja de moverse, de gritar, está inconsciente.
Finalmente, termina por engullirle. No queda rastro de él. Se sumerge en la profunda oscuridad de aquel engendro diabólico.
La luz verde se torna roja por un instante y la ranura parece cerrarse lentamente, hasta que no deja pasar luz alguna.

fin capítulo 10