jueves, noviembre 08, 2007

Día tenso (Cap.8)

Está tendido en el suelo expulsando todo el agua que puede entre toses y náuseas. Ha tragado bastante agua y se siente aturdido, no es consciente aún de lo que ocurre.

Termina por vomitar lo poco que le queda en el estómago por culpa de la ingesta acuosa, pero le hace sentir mejor, lo suficiente como para conseguir levantarse del suelo y comprobar que está sucediendo. Observa con gran asombro que no queda rastro de agua en el suelo; se encuentra sobre un firme de roca negra con muchas grietas. Cree que el agua se ha fugado por esas grietas que tiene el suelo y se agacha para palpar la piedra. Está muy fría y es rugosa; como si se tratara de una lija para madera, frota sus manos contra ella. Comprueba que con el roce de su mano, la roca comienza a coger temperatura y rápidamente se calienta. Tras pasar un tiempo observando la reacción de calentamiento, decide ponerse en pie. Por un momento, levanta la vista hacia el techo. Con gran asombro comprueba que el agua que antes estaba en suelo y con la que casi se ahoga, ahora se encuentra en la parte de arriba del pasillo. Sigue con su fuerte oleaje, sin cesar. Está estupefacto observando todo el espectáculo que se ha formado en el techo. Durante un tiempo permanece concentrado en el vaivén de las olas al mismo tiempo que avanza por el pasillo, caminando lentamente. Se encuentra tan embelesado con la visión que no se percata de haber llegado al final del pasillo, golpeándose con una gran argolla situada en el centro de una puerta de madera. Se lleva las manos a la cara puesto que el golpe ha sido fuerte, pero parece que no sangra por la nariz. La puerta es de madera, de un color rojizo. En el centro posee una argolla metálica, que es sostenia por la boca de una gárgola. Cuando por fin, dejan sus ojos de llorar se pone a observar la puerta con atención. Parece que ha llegado al final del pasillo y allí está esa puerta, la cual no tiene cerraduras, ni cerrojos, ni pomo para poder abrirse. Se fija en la gárgola que parece salir de la misma puerta; es muy siniestra, parece que sus ojos tienen vida propia. Observa más atentamente debajo de la argolla y encuentra un texto casi ilegible, está tallado sobre la madera. Debe haber sido realizado hace mucho tiempo puesto que está prácticamente borrado y cuesta reconocer lo que está escrito. La primera línea se puede leer con claridad. Se acerca y comienza a leer en voz alta : 'Si piensas como en Roma, el César te abrirá el camino. No obstante la palabra escrita con sangre está'. El texto que se encuentra justo debajo está bastante borroso y no se puede leer nada de lo que dice.

Se levanta pensando en qué dice aquel texto ilegible y observa el techo de nuevo. El oleaje casi ha cesado y está volviendo a la calma todo el agua. Entonces se acuerda del momento que todo se quedó en calma y se pusieron las cosas horriblemente mal de un momento a otro. Espera que no vuelva a ocurrir lo mismo porque la puerta está cerrada y se encuentra al otro lado del largo pasillo, no le daría tiempo a llegar antes de ahogarse.

Mira la puerta nervioso. Tiene que ser capaz de abrirla lo antes posible por si la situación vuelve a empeorar. En un momento de desesperación, coge la argolla con la mano derecha, y golpea con fuerza tres veces en la puerta de madera. El sonido es muy seco con cada toque; la puerta no se abre. Su inquietud va a más; no comprende lo que quiere decir aquello de César y Roma, y mucho menos lo de la sangre. En aquella época todo se arreglaba con sangre, pero hoy en día las cosas son todo cuestión de electrónica. Se gira, se agacha, se levanta de nuevo, se lleva las manos a la cabeza, se sienta en el suelo, pero no consigue dar con la solución al problema. En un momento que se encuentra agachado, dándolo todo ya por perdido, se levanta, y está tan pegado a la puerta que se golpea de nuevo con la argolla, esta vez en la cabeza. Tal es el golpe que comienza a sangrar abundantemente; se ha hecho una brecha. Aturdido se echa las manos a la cabeza, empapándolas con su propia sangre. Se encuentra mareado al ver tanta sangre que reptando con las manos por la puerta consigue llegar al suelo y sentarse.

Pasa un rato hasta que consigue reaccionar un poco. Se toca con la mano izquierda la cabeza y la herida ha dejado de sangrar; eso le anima mucho y decide ponerse de nuevo con la tarea de aquel acertijo. Cuando se levanta y mira a la puerta observa que hay letras totalmente legibles en el texto. Con las manchas de sangre que sus manos han dejado sobre la puerta, las letras se han teñido de color rojo y son ahora perfectamente visibles. Ha conseguido descifrar aquel enigma a base de sangre, que era lo que rezaba el texto. Ahora puede leer la escritura, y dice así : ' SDUD SDVDU VHLV YHFHV KDV GH WRFDU'.

fin capítulo 8