domingo, junio 26, 2011

El Holocausto del Cazador (Cap.17)

Mientras cruzábamos el pasillo, nos fuimos aprovisionando de armas que portaban los guardias muertos. A nuestro paso todo era aniquilación. Había cadáveres de prisioneros acribillados a balazos. Cada habitación que alcanzábamos mostraba que la lucha se hacía cada vez más encarnizada.
Pasamos la zona donde se encontraban las habitaciones destinadas a la investigación, o eso supusimos al ver la cantidad de probetas y utensilios más comunes en los laboratorios, tal y como habíamos visto cientos de veces en la televisión. Estábamos sumidos en una visión dantesca cuando escuchamos el sonido lejano de una sirena. La alarma de aquel recinto comenzó a propagarse por todos aquellos pasillos. El ruido ensordecedor nos provocaba pánico, era inevitable seguir avanzando allá dónde fuéramos, teníamos que salir de aquel lugar lo antes posible y alejarnos para no volver nunca.
Estuvimos caminando por pasillos durante minutos que parecieron horas, hasta que llegamos a un enorme hangar. Allí había numerosos aviones y helicópteros del ejército, algunos estaban siendo pasto de las llamas. Nos dispusimos a mirar por los armarios que había para poder localizar trajes antiradiación y salir al exterior. El impacto de la guerra nuclear todavía era demasiado cercano para atreverse a salir sin ninguna protección. Fuimos mirando por todas aquellas taquillas metálicas que tenían de todo, desde materiales para curaciones como gasas, esparadrapos o alcohol, hasta munición de importante calibre para armar las ametralladoras de los aviones que allí había. Conseguimos encontrar un par de trajes completos. El mío me ajustaba lo suficiente pero el de Pete, le quedaba enorme; teníamos que arreglárnoslas con lo que tuviéramos al alcance de nuestra mano.
Una vez conseguimos los trajes, conseguimos algo de munición para tener provisiones para el camino. Metimos todo lo que nos pudiera ser necesario en una bolsa parecida a las de gimnasio y nos pusimos a enfundarnos nuestros trajes especiales. No teníamos ni idea de cómo había que colocarse aquellos trajes pero no había alternativa si queríamos salir de aquel infierno. El primero en empezar a ponérselo fue Pete, entre los dos fuimos ayudándole a ir colocándose todas las partes. Primeramente comenzamos con las botas, cada una pesaba muchísimo, no sabía si sería capaz de caminar con semejante lastre en los pies. Posteriormente, los pantalones plateados que le daban un carácter espacial y muy divertido a aquel atuendo. En ese momento aparecieron dos guardias armados por una de las puertas del hangar, por suerte no nos habían visto. Hice un gesto rápido de silencio a Pete, mientras cogía una de las armas que habíamos conseguido anteriormente. Pete se tendió en el suelo y yo me quedé observando la posición de los militares que iban derechos a un helicóptero. No hicimos ningún movimiento y nos quedamos a la espera. Ellos se subieron al helicóptero y comenzaron a preparar el aparato para volar, querían escapar de aquel horror, como nosotros. El sonido del motor empezó a escucharse, era muy fuerte. Las hélices comenzaron a girar poco a poco, tenía mucha envergadura la aeronave. Se encendieron varias luces que llevaba a modo de foco, debía ser de noche en el exterior, ya había perdido la noción del tiempo habiendo estado encerrado allí. De pronto, cuando el aparato se encontraba a un momento de elevarse, un grupo de gente que habíamos liberado, irrumpió en el hangar por una de las puertas. Al ver el a los militares queriendo huir, corrieron a ellos tan rápido como sus piernas les daban. Algunos portaban consigo armas y disparaban contra el aparato. Nosotros estábamos paralizados, no sabíamos muy bien a qué hacer ante esta circunstancia.
El helicóptero consiguió despegar varios centímetros del suelo cuando fue alcanzado por algunos de los liberados. Consiguieron encaramarse a los patines del mismo, ejerciendo más peso del que la nave podía soportar. Uno de los militares se asomó desde su puerta de la cabina y comenzó a tirotearles pero ya estaban por todos los sitios. Seguía disparando cuando el helicóptero, por todo el peso que llevaba, viró sobre sí mismo dando un golpe con el rotor de cola a varios liberados esparciendo su sangre por todos los sitios, aún así los liberados seguían encaramándose a las partes que podían. El copiloto seguía descargando su fusil contra la marabunta sin que pareciera tener el efecto deseado. De pronto, un tiro de uno de los liberados armados, atravesó la cabeza del copiloto cayendo al momento el arma que portaba y destrozando el cristal delantero de la cabina.
Las cosas se estaban poniendo muy feas y decidí terminar de poner el traje a mi hermano y colocarme el mío lo antes posible, aprovechando la situación de distracción teníamos que darnos prisa, ya tenía pensado la manera de salir de allí, había visto un jeep que utilizaríamos y dado que los vehículos de guerra no utilizan llaves, no tendríamos problema para arrancarlo y salir a toda pastilla.

Fin Cap.16