viernes, enero 09, 2009

El Holocausto del Cazador (Cap.7)

Entre tanta conversación con posibles soluciones para que nos localizaran nuestros tan ansiados rescatadores, llegó la hora de cenar. Nos dispusimos como cualquier otra noche a preparar algo de cenar antes de irnos a dormir. Posiblemente, después de haber estado analizando la idea de la bomba en mi cabeza, pusiera en marcha el proyecto a la mañana siguiente. El tiempo que perdíamos allí debajo podría resultarnos luego fatal.
Con la cena ya en la mesa, y teniendo todo dispuesto para empezar, le pedí a Pete que encendiera la radio para ver si volvíamos a escuchar la misma grabación de otras veces, que aunque no decía nada nuevo, alimentaba la esperanza de salir de esta deplorable situación. Así lo hizo y comenzamos a cenar. Cuando estábamos ya tomando los postres, la grabación apareció en las ondas. Era la misma de siempre, repitiendo palabra tras palabra aquel mensaje que nos sabía a victoria. Pero esta vez la grabación terminó con un mensaje nuevo. Decía que durante los próximos tres días rastrearían la zona de Oxshott, justo donde se encontraba el búnker. Así pues, definitivamente a la mañana siguiente tendríamos que ponernos a trabajar en la ocurrencia y hacer que funcionara para salir de aquella ratonera.
Terminamos de cenar y recogimos todo con bastante celeridad. Teníamos que descansar mucho y estar todo lo frescos que pudiéramos para pensar con claridad y hacer todo con el mayor cuidado. No dispondríamos de muchas oportunidades, sobretodo si la bomba llegara a estropearse al cambiar el giro de funcionamiento. Apagamos todas las luces y nos acostamos. Pasé la noche entera en blanco de los nervios. Supongo que mi hermano durmió a pierna suelta, se fía tanto de mí que no tenía ningún miedo a que pudiera fallar mi idea. Me idolatra demasiado, ya crecerá.

Al día siguiente, seguía tal y como me había acostado, con los ojos abiertos e inmóvil con la mirada clavada en el techo blanco. Había escuchado levantarse a Pete e ir a la cocina, creo que estaba preparando un desayuno enérgico. Parecía de muy buen humor y animado; se le oía canturrear. Decidí cargarme de energía positiva y salté de la cama para vestirme e ir a desayunar. Toda la noche en vela no había afectado a mi cuerpo; había conseguido descansar aún habiendo estado despierto. La adrenalina por la emoción mantenía a raya al agotamiento. Por fin listo para desayunar, hice mi aparición en la cocina. Pete me dio unos alegres y sonoros buenos días, con una sonrisa que iluminaba su rostro; era positivismo en estado puro, nada podía salir mal con tanto brío. El olor a café recién hecho flotaba en el aire y daba gusto sentir como entraba por la nariz suavemente y se alojaba en las fosas durante unos segundos. Para acompañar había preparado unas tiras de bacon en lonchas de las que teníamos en latas. Aquello no era lo mismo que el recién cortado en la charcutería, pero en esas circunstancias y después de tanto tiempo así, sabía a pedacito de cielo en la boca.
Sentados saboreando aquellos manjares, parecía que hubiéramos terminado todo el trabajo que estaba aún por hacer, pero fue un momento de relajación único.
Todo lo bueno se termina alguna vez, y el desayuno no iba a ser menos. Así que nos dispusimos a hacer acopio de herramientas que pudiéramos necesitar. Lo cierto era que para ser un búnker con tantos años desde que lo construyera en abuelo, estaba muy bien pertrechado con todo tipo de materiales para trabajar, alimentos, y algún que otro lujo como la radio. Cogimos todo lo que creíamos necesario y nos fuimos al final del pasillo del búnker, justo donde se encontraba la bomba del agua. Había visto alguna que otra bomba de ese tipo, pero aquella era bastante más antigua de las que conocía, la debió colocar allí el abuelo después de las primeras veces que se usó el lugar como cobijo. Le pedí una llave fija a Pete y comencé a desmontar la carcasa. Necesitaríamos ingenio y algo de suerte; éramos capaces de todo, un buen equipo.

Fin Cap.7