El Vigilante Nocturno (quinta parte)
25 Marzo 1990
Sacó de nuevo el instrumento para volverlo a hundir sobre el hueco que había dejado y solté otro grito de dolor al tiempo que me estremecía de nuevo. Fue tan fuerte el gesto que hice que logré saltar las correas de ambas piernas y lanzar varias patadas al aire. El monstruo estaba tan excitado con su malévolo juego que no se percató de mi liberación.
Se colocó justamente detrás de mi cabeza mientras yo gritaba de dolor. Blandiendo el trepanador, de nuevo lo situó sobre mi cabeza ajustándolo como podía, puesto que yo no paraba de moverme lo que en buena medida podía, y volvió a golpearme. Esta vez no consiguió hundir de un solo golpe la pieza, pero el dolor era insoportable. Noté que tenía los dientes destrozados de apretar mis mandíbulas. Era tal el sufrimiento que solamente quería quedarme inconsciente para evitarlo, pero ese estado no llegaba nunca.
Volvió a la carga con mi cabeza y esta vez sí consiguió su objetivo. Se escuchó un ‘clap’ y pude sentir algo viscoso saliendo de mi cabeza, posiblemente fuera parte de la materia gris del mismo. Fue tal el salto que di ante semejante herida que pude soltarme los dos brazos al mismo tiempo de las correas. Pero aquello no estaba del todo bien, no podía sentir mis extremidades, no comprendía que había pasado. De pronto salto y libero los brazos y al momento no soy capaz de controlar ninguna de mis funciones motrices. Toda esperanza se desvaneció.
Mi cuerpo no era capaz de moverse de cuello para bajo. Aquel siniestro ser había anulado por completo todas mis funciones motoras y me encontraba postrado en aquella silla y liberado de todas las correas a excepción de las de
Seguía teniendo colgado de su cuerpo aquel extraño instrumento que no había utilizado todavía y que yo estaba rezando para que no sucediera. Sin darse cuenta pasó tan cerca de lámpara que llegó a golpearla con la parte posterior del cuerpo del aspirador, haciendo así que la lámpara se precipitase contra la mesa de operaciones que estaba junto a nosotros. Primeramente golpeó en el borde metálico de la mesa haciendo que el halógeno estallara en mil pedazos incandescentes, los cuales fueron a caer sobre un tarro con un líquido que no me dio tiempo a averiguar qué era, puesto que según cayeron los primeros pedazos ardientes de cristal el tarro se volatilizó como si de una llamarada de fuego se tratase, alcanzando todo lo que se encontraba a su alrededor. Una parte de esa llamarada logró llegar hasta la bata de aquel ser, lo que hizo que rápidamente saltara hacia detrás. La risa parecía haber dejado paso al silencio. La parte inferior de mi silla se encontraba ardiendo porque parte del líquido inflamable había saltado sobre las patas de
Las llamas habían alcanzado mis pies y el dolor era estremecedor, me estaba quemando vivo y solamente podía contemplar mi final atroz sin poder hacer nada por remediarlo. Cuando el fuego me había consumido parte de las piernas, miré hacia el techo de la habitación, lancé un suspiro y justo cuando iba a bajar la cabeza, pude observar en una esquina del techo el piloto rojo de una cámara que grababa aquella dantesca escena. Me quedé mirando fijamente a la cámara, pero no pude articular palabra alguna. Mis ojos se quedaron fijados en aquel testigo silencioso mientras se consumía mi cuerpo. No pude aguantar más el dolor y me desmayé.