jueves, noviembre 27, 2008

El Holocausto del Cazador (Cap.6)

Pasé toda la noche meditando cuál sería la mejor manera de hacer ver a las autoridades nuestra posición para que acudieran a nuestro rescate con el material que dijo la retransmisión de radio. Subir a la superficie era una locura y seguramente nos acarrearía más problemas que soluciones. Desconocíamos el nivel de radiactividad existente y no teníamos ningún medio para averiguarlo. El refugio se creó pensando en posibles amenazas de bombardeos o invasiones terrestres, pero nadie imaginó un desenlace tan fatal como el ocurrido esta vez. No teníamos ningún contador geiger, ni trajes antiradiación, ni máscara alguna que pudiera protegernos del polvo radiactivo del exterior. La situación se tornaba bastante angustiosa sabiendo que podíamos recibir la tan ansiada ayuda, pero que no teníamos medios por el momento para hacernos visibles a los soldados; era muy frustrante.
Pete se despertó y me miró fijamente mientras sonreía. 'Buenos días, por fin saldremos de este agujero”, dijo. Yo le miré con cara de sueño, puesto que no pude pegar ojo, y le respondí que tendríamos que encontrar la manera de pedir ayuda sin subir. Detestaba ser el aguafiestas de tanta emoción, pero prefería que fuera consciente en todo momento del problema que afrontábamos; como si hubieran sido pocos los que habíamos tenido hasta la fecha. Pete se quedó un poco desanimado, pero traté de consolarle diciendo que ya éramos unos auténticos héroes por seguir vivos y que seríamos capaces de solventar el contratiempo tal y como habíamos hecho con todos desde que empezó esta pesadilla. No fui muy convincente porque ni yo mismo me creía lo que estaba diciendo, pero para Pete funcionó. Me dio un gran abrazo y así estuvimos durante un tiempo, abrazados como si nada hubiera ocurrido y estuviéramos como siempre.
Decidimos, pasado un rato, que era hora de ir a desayunar porque no sólo de abrazos y palabras vive el hombre.
Como era una mañana un poco especial, pensamos que sería importante celebrarlo de alguna manera y qué mejor forma que hacer unas tortitas con sirope. Era el principio de una posible vida nueva. Pete era todo un experto chef en prepararlas. Era tan glotón que podía comerse en el desayuno más de diez con nata y sirope; un auténtico titán del dulce. Yo me considero más modesto y puedo decir que con cinco estoy completamente saciado. Así pues, cuando terminó de cocinar, nos sentamos a disfrutar del suculento desayuno. Cierto es que hacía demasiado tiempo que no teníamos una mañana tan alegre; se podía respirar paz y tranquilidad en la mesa. Después de recoger los restos de la pantagruélica pitanza nos dispusimos a pensar en soluciones de manera conjunta. Siempre se ha dicho que dos cerebros pueden pensar más que uno solo.
La ronda de ideas no resultaba muy fructífera porque en más de una hora, ninguno fue capaz de aportar una ocurrencia. La cosa no pintaba bien que digamos. De pronto se me ocurrió algo que podría resultar. Teniendo una bomba que nos servía para poder obtener el agua depurada de un depósito, si fuéramos capaces de invertir el sentido de esa bomba podríamos generar algún tipo de géiser en la superficie lo suficientemente alto como para que pudieran verlo desde el aire. La altura de la vegetación no era muy alta, aunque no sabíamos si seguía en pié como cuando bajamos. Tal vez el poder calorífico de la onda expansiva habría arrasado toda la superficie, carbonizando todos los árboles de los alrededores. También podríamos utilizar algún tipo de condimento que hubiera para cocinar y así poder dar color al agua para hacerla más visible aún. La idea no era tan descabellada y tenía una base lo suficientemente científica como para que funcionara. El único problema era que mientras tuviéramos la bomba invertida, no podríamos abastecernos de agua y en el peor de los casos podría averiarse, siendo entonces cuando habría problemas de verdad en el suministro de agua. Era una idea que teníamos que meditar concienzudamente por el riesgo que implicaba.
Una vez estuve atando los cabos en mi cabeza, pormenorizando todos los elementos y analizando riesgos, me puse a comentarle a Pete la ocurrencia. Le expliqué de manera general, sin entrar en demasiados detalles de la operación. Pete estaba bastante confuso porque no entendía nada del funcionamiento de bombas ni de las posibilidades que podría ofrecernos. Lo único que verdaderamente le preocupaba era si fallaba el asunto y se estropeaba aquel elemento tan necesario para mantenernos con vida. No paraba de repetir que el riesgo era muy elevado y que podría salir mal el asunto. Temía que algo fallara o que no estuvieran todos los detalles meditados y se fuera al traste todo. Finalmente decidimos por unanimidad meditar un par de días la idea y luego hablar para realizarla o buscar otra alternativa menos arriesgada. Mientras tanto estaríamos atentos todas las noches a la radio, a la misma hora que cuando escuchamos la retransmisión, por si dieran cualquier tipo de información adicional. Creo que esos dos días fueron los más lentos de mi vida. El tiempo parecía no correr. Los segundos se hacían horas, los minutos días y las horas meses. Supongo que la sensación era similar a la de un preso en el corredor de la muerte, esperando en su celda el fatal desenlace. A veces creía que mi reloj se había parado. Ójala se hubiera parado el día anterior a toda esta debacle.

Fin Cap.6

3 comentarios:

arcadio dijo...

¡Vamos, vamos!
Anímate, no hagas que para nosotros esos dos días sean semanas...
Además, llega la Navidad y hay que leer más... Así que ayúdanos.
Un beso,

Eskaralakktua dijo...

En ello estamos. No me presionéis que me pongo nervioso y me ofusco!!! xDDD

Anónimo dijo...

Bueno, mientras tengan tortitas no hay problema, ja,ja. Estoy con Arcadio, por favor, que no pasen dos meses hasta el siguiente capítulo.
Ponte a escribir ya!