jueves, marzo 30, 2006

El Sabor de la Sangre (Parte 2)

Una vez abajo, comencé a preguntarme de dónde salió esa valentía para hacer lo que estaba haciendo. Y casi sin tiempo para poderme dar una respuesta que me satisfaciera, noté una pequeña brisa a la espalda, rozándome el cuello. Me giré saltando como un resorte, pero no logré ver nada, todo estaba muy oscuro en la planta baja. Tenía que dar una luz cuanto antes. La valentía de la cual había hecho acopio, se estaba disipando a pasos agigantados. Fui bordeando la pared con las manos, palpando cada centímetro de ella, en busca del interruptor que me sacara de la tenebrosa oscuridad. Por fin di con él, y pulsé rápidamente el mecanismo. Se hizo la luz. El vestíbulo se encontraba solitario. No parecía que hubiera indicios de que alguien hubiera estado merodeando por esa zona de la casa. Fui a la puerta de entrada, para cerciorarme que estuviera cerrada. Cuando me acercaba a ella lentamente, la luz desapareció tan velozmente como había venido al encender el interruptor. Ahora sí estaba realmente asustado. Dentro de mi cabeza solamente era capaz de escuchar los golpes que provocaba mi corazón acelerado. Comencé a temblar sin parar; estaba tan nervioso que no sabía que hacer. Pasaron veinte o treinta minutos antes que pudiera dar un paso. Al final, logré serenarme, y me dije que sería alguna avería del tendido eléctrico. Habían sido una serie de coincidencias, ruidos, corrientes de aire y averías. Una vez más tranquilo y con la respiración más pausada, comencé de nuevo a caminar por el vestíbulo. Cuando me quise dar cuenta, tenía sangre corriendo por mi mano derecha. Había apretado tanto el atizador por el miedo, que me clavé el pincho que llevaba en un lateral. Ahora sí empezaba a doler un poco. Decidí que lo más sensato sería dejar mi búsqueda del intruso ficticio e ir a curarme la herida, que no paraba de sangrar. Logré llegar a la comienzo de la escalera como pude a oscuras. Cuando me disponía a plantar el pie en el primer escalón, noté que algo se abalanzaba sobre mí, no me dio tiempo a reaccionar y me desplomé sobre el suelo. Esto todo lo que recuerdo de esa noche; Al despertar, me encontraba tendido justo donde me desplomé. Ya había amanecido y un certero rayo de sol alcanzaba mi cara. Me dolía todo el cuerpo. Noté que tenía sangre fresca en mi mano, y pensé la herida seguiría abierta, puesto que no me había dado tiempo a llegar a curármela, cuando algo me atacó por la espalda.
Conseguí llegar al cuarto de baño; que allí era donde almacenaba el botiquín de curas y todo tipo de medicinas. Abrí las puertas del armario blanco, y me vi reflejado en el espejo. Tenía la cara completamente blanca, parecía un muerto. Podía ver las venas de color verdoso sin ningún tipo de dificultad. Había perdido mucha sangre. Cuando miré la herida de la mano, había parado de sangrar, se había producido ya costra. Entonces empecé a pensar cómo demonios había sangre fresca en mi mano, si mi en herida había cesado. Observándome fijamente frente al espejo, pude descubrir dos minúsculos puntos rojos en mi cuello que todavía rezumaban sangre. Era mía. Me desmayé..

Fin segunda parte

No hay comentarios: