martes, septiembre 12, 2006

El Vigilante Nocturno (Parte 3)

23 Marzo 1990

Eran las 12 de la mañana y ya me encontraba en pié para realizar mis ejercicios matutinos. A pesar del miedo que pasé al comenzar la noche anterior, no volvió a ocurrir nada extraño en el lugar, por lo que pude terminar mi turno un poco más relajado de cómo lo empecé. Mientras volvía a casa, no podía parar de pensar en lo que me parecía haber visto en el sótano. Aquello me pareció tan real que no podía ser parte de mi imaginación. Una vez llegué a casa, caí exhausto de la tensión acumulada.

Pero hoy es un día distinto, he salido a correr unos kilómetros, he realizado algunas compras para la casa y me encuentro en plena forma para afrontar otra noche de trabajo en aquel sitio, que empezaba a darme escalofríos. Preparé algo de comida para la cena y me largué para el psiquiátrico con mi inseparable amigo.

Llegué a la verja principal y me detuve. En mi turno anterior la había dejado con un candado cerrada. Ahora se encontraba abierta. Me dispuse a sacar mi arma y entrar cautelosamente al recinto, no sabía qué me podía encontrar allí. Observe en el suelo de la escalinata de entrada huellas que no me pertenecían, formaban una especie de zig-zag mientras subían la escalinata. Al principio pensé que podía ser obra de los niñatos locales, que aprovechando la falta de guarda durante el día se hubieran colado para hacer chiquillerías. Crucé la puerta principal pistola en mano, apuntando de lado a lado, sin perder detalle alguno. Todo parecía en orden y no se escuchaba ruido alguno. Eso me relajó un poco. Aún así, pensé que seria conveniente recorrer el edificio en busca de gamberros, aunque anocheciendo ya, lo más probable es que se hubieran ido hacía horas. Me dirigí hacia el piso de arriba. Caminaba observando todas las puertas y rincones que tenían los pasillos, entraba en alguna habitación para cerciorarme que todo estaba en perfecto estado. El perro me acompañaba paseando sin temor alguno, no detectaba nada extraño en el ambiente y eso me reconfortaba bastante. Parecía que no íbamos a tener problemas, pero sólo lo parecía…

Una vez terminamos de inspeccionar las plantas superiores, nos dirigimos a los sótanos. El recuerdo de la noche anterior me hizo ponerme en alerta. Bajamos al primer sótano y algo había cambiado desde la noche anterior, el pestilente olor de ayer había desaparecido. No había restos de ese hedor de putrefacción. Me dirigí a la habitación en la que se encontraba el cuerpo que descubría la noche anterior y del cual había dado parte a mi jefe. No se encontraba allí ya el cuerpo. Supuse que lo habrían recogido los del depósito al haber dado el aviso esta misma mañana, pero lo extraño del caso era la rapidez con la que lo habían hecho y lo más curioso era la molestia de limpiar el olor del sitio, eso no lo hacían nunca. Pero no le di mayor importancia al asunto y recorrí la primera planta sin problemas. Bajando al segundo sótano, también me percaté de que la atmósfera estaba limpia de olores putrefactos, eso me empezaba ya a inquietar un poco más, puesto que ya era muy raro que limpiaran arriba, como para encima limpiar la parte del segundo sótano. Allí estaba ocurriendo algo anormal, pero no podía decir qué era, simplemente era mi intuición, la que tantos años me ha guiado por el buen camino. Caminaba despacio con mi compañero por el pasillo cuando de repente ladró a algo que había en la oscuridad y salió corriendo hacia donde se encontraba. Empecé a gritar apuntando con mi arma, pero no obtenía respuesta. Apuntaba hacia la oscuridad y no podía vislumbrar ninguna figura en ella, el haz de la linterna no llegaba tan lejos. Comencé a caminar muy despacio apuntando con la pistola y sin dejar de ordenar a quien estuviera allí que no se moviera o de lo contrario no dudaría en disparar a matar. Los ladridos del perro cesaron y mi corazón dio un vuelco. Solamente era capaz de escuchar los golpes de bombeo de sangre en mi cabeza, pum!, pum! pum! La tensión era muy fuerte, pero aún así tenía que averiguar que ocurría al final del pasillo. Me armé de valor y continué caminando, hablando al desconocido o desconocidos que pudieran estar allí. De pronto cuando estaba a la mitad del pasillo, escuché un golpe en una de las puertas de las salas que estaban a mi espalda y me giré ipso facto. No logré ver nada. Otro ruido volvió a sonar a mis espaldas y de nuevo me giré en el otro sentido. Aquello no me podía estar ocurriendo a mí. Mi corazón iba a estallar del miedo que estaba experimentando. El perro no ladraba y me encontraba sólo en un pasillo casi en la oscuridad, con ruidos de puertas abriéndose y cerrándose sin poder ver a nadie. El golpeo en mi cabeza era cada vez más intenso. De repente me desplomé en el suelo.

Un fuerte golpe en una puerta me despertó. Ya no me encontraba en el suelo, estaba sentado en una silla de cuero, con las manos y los tobillos atados con correas de cuero. No podía dar crédito de lo que me estaba pasando. Comencé a gritar pensando que alguien podría escucharme y acudir en mi ayuda. Mi tormento no había hecho nada más que empezar, pero yo eso aún no lo sabía.

fin tercera parte

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