lunes, junio 18, 2007

Día tenso (Cap.4)

Con restos de nata en la nariz se gira para mirar el matutino sol. Los rayos calientes chocan contra su cara y se siente muy feliz. Ahora está desayunando un manjar de mañana de domingo en la cama y cuando termine estará listo para afrontar cualquier otro pequeño reto que le depare el día. Durante un momento cesa su comilona actividad para sacar de su bolsillo derecho unas grandes gafas de sol con cristales ahumados; se las pone con sumo cuidado con una sola mano, mientras la otra sujeta el delicioso gofre que ya está empezando a chorrear nata por todos los bordes, impregnándole toda la mano. Termina de ajustarse las gafas a la nariz y se gira para pedir una servilleta al tendero, pero este ha desaparecido. No queda nada allí del puesto ni del tendero. Espantado da un salto hacia atrás, con tan mala suerte que lo poco que quedaba de gofre va a parar a su chaqueta. La nata le chorrea por los botones y el chocolate caliente desciende tan rápido como una mecha de pólvora encendida, para terminar su recorrido en el pantalón.

Sin haberse percatado de aquel desastre alimenticio que le recorre la ropa, se queda mirando fijamente la parcela de terreno donde estaba antes el carro. En el suelo, junto a una gran alcantarilla, había una tarjeta de visita. Se acerca para recogerla, todavía chorreando nata y con parte del gofre desperdigado por los zapatos. Una vez en la mano, la vuelve y lee: APUESTA QUE SÍ. BAJA Y COMPRUÉBALO! Se queda pensativo en posición agachada, como si del mismo ‘Pensador de Rodin’ se tratase. No comprende qué es lo que ha ocurrido con el tendero y su puesto, qué relación tiene la tarjeta encontrada y el texto que reza. De pronto, nota caer nata por la mano y se percata de todo aquel desastre. Se levanta hecho una furia, dando gritos y maldiciendo en voz alta. Era uno de sus trajes favoritos y ahora se encontraba mezclado con gofre, nata y chocolate. Tendría que llevarlo a la tintorería y con suerte las miles de manchas grasientas y pegajosas desaparecerían, pero con mucha suerte.

Pasado el momento de ofuscación, se trata de limpiar un poco con un pañuelo que llevaba en el bolsillo izquierdo del pantalón. Quita lo que puede, tratando por lo menos que no caiga más líquido por la parte de abajo. Una vez termina con el pañuelo, queda tan inservible que decide que es mejor tirarlo, y puesto que no observa ninguna papelera cerca y tiene un enfado importante por toda aquella suciedad en la ropa, lo arroja al suelo sin más miramientos.

Vuelve a coger la tarjeta, que había guardado previamente en el bolsillo de su chaqueta, y se detiene a leerla, esta vez con más calma. Lee una y otra vez lo mismo : APUESTA QUE SÍ. BAJA Y COMPRUÉBALO. Por más que lo intenta no logra entender lo que quiere decir aquello. Mira por ambos lados la tarjeta pero no encuentra nada más escrito en ella, ni direcciones, ni nombres, ni teléfonos, nada de nada. De pronto observa por el rabillo del ojo que algo se mueve en suelo y se gira para mirar qué es. Solamente ve el pañuelo que había arrojado a unos metros, pero que seguramente por el aire se había ido desplazando hasta su posición. Vuelve a fijar su atención en la tarjeta; tiene que tratar de encontrarle un significado y así descubrirá que ha pasado con el tendero. Sigue pensativo cuando observa movimiento en el suelo de nuevo. Gira rápidamente la cabeza y vuelve a ver el pañuelo; había avanzado otro par de metros. Lo cierto es que piensa de nuevo que es el viento, pero es difícil puesto que no hay ningún tipo de brisa, no corre ni una brizna de aire, y el pañuelo está tan pringado de chocolate y nata que es lo suficientemente pesado como para que un céfiro pudiera desplazarlo. Aparta su mirada de la tarjeta y se queda mirando fijamente el pañuelo a la espera de algún tipo de movimiento. Está breve tiempo, pero no hay atisbo de moverse. Aguanta un poco más, pero decide que ya ha perdido demasiado tiempo observando aquel trozo de tela inerte y vuelve a sus pensamientos deductivos con la tarjeta, eso sí que le entretiene.

Metido en sus pensamientos, dándole vueltas al texto, vuelve a ver moverse el pañuelo, esta vez un movimiento largo y continuo. Levanta la mirada y el pañuelo llega arrastrándose hasta la alcantarilla. En un momento se introduce por uno de los agujeros de la misma y desaparece. La alcantarilla acaba de hacer desaparecer tras de sí al pañuelo; eso sí que es raro, no ha podido ser el viento ni nada parecido. Así que decide que ha de acercarse a la alcantarilla, tiene que saber qué ha ocurrido con el pañuelo, dónde ha ido y por qué. Da unos pasos hacia su nuevo destino, se agacha y sin haber tocado la tapa de metal, esta se abre, retirándose despacio la tapa, arrastrándose por el suelo, haciendo chirriar su metal con las piedras de alrededor. Vuelve la mirada a la tarjeta, APUESTA QUE SÍ. BAJA Y COMPRUÉBALO. Ahora parece que comienza a entender parte de su significado.

fin capítulo 4

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Ummm... que habra alli abajo?? Rapido! escribe el siguiente capitulo pero YAAA!
jaja Besitos!

Anónimo dijo...

Jo! Mira que tirar el gofre con lo bueno que está... Tiene buena pinta la historia pero yo no bajaría que yo me se la historia de cuatro que bajaron y ¡volvieron convertidos en tortugas ninjas!Je,je.
Un beso

arcadio dijo...

¡PLAS, PLAS, PLAS!
Ya, ya se que no suena a aplauso. No se que onomatopeya usar.
Pero eso es lo que pretendía hacer: aplaudir.
Muy bien, mi neoescritor amigo, ya nos tienes entregados e intrigados.
A tu disposición.
Un placer,

arcadio dijo...

P.d. de mi comentario.
Sorry mogollón, no había leído tu correo.
Vete, vete por favor por esos cerros de Úbeda, pasa por Donosti y por donde tú quieras. Recreate y haznos disfrutar con tu capacidad, mucha, descriptiva.
¡Enrrollate, no seas tan sucinto!
¡Así no escribirás nunca un libro de tropecientas páginas!
Un besote,