miércoles, junio 27, 2007

Día tenso (Cap.5)

Después de estar pensando un tiempo si bajar o no bajar por aquella entrada a no se sabe dónde, opta por bajar. Total, tiene la mañana perdida y será mejor que el próximo día tenga una buena excusa al ir a trabajar, o su apreciado y cariñoso jefe, le arrancará el corazón delante de todos sus compañeros y lo exhibirá de trofeo para que el resto tome conciencia de lo que ocurre con ese tipo de acciones.

Se agacha con sumo cuidado para introducir el pie derecho dentro de la alcantarilla, en busca de la escalera que desciende por la oscuridad. Tras varios intentos fallidos, por fin localiza el primer peldaño, no sin haberse hecho daño con el mismo. Dar patadas al aire no es la mejor manera de entablar amistad con una barra metálica. Ancla el pie, y puesto de rodillas ya en el suelo, trata de realizar la misma tarea de búsqueda con el otro miembro de su cuerpo, esta vez con más tino para no sufrir el golpe anterior. Rápidamente encuentra fijación y se dispone a bajar lentamente uno a uno por cada peldaño que encuentre.

Por culpa de haberse arrastrado por el suelo, su pobre y ya maltrecho traje favorito, se ha terminado de rasgar por la zona de la rodilla derecha. Se percató durante el primer descenso de piernas, pero decidió no darle más importancia de la que tiene; está descubriendo algo muy interesante. Tal vez sea lo más interesante que le ha pasado en toda su triste vida. No quiere que nada le despiste y pueda hacerle perder algún detalle de su pequeña aventura, por muy sutil que pueda ser este.

Desciende lenta y cuidadosamente; no sabe la altura que puede haber y no quiere resbalar y terminar haciéndose aún más daño del que ya se ha hecho. A medida que desciende su visión se pierde por la oscuridad propia de una alcantarilla, pero también su oído comienza a agudizarse, escuchando un ligero rumor de agua. Debe haber algún canal de agua abajo, así que tendrá que tener cuidado para no mojarse los pies. No hay otra cosa en el mundo más incómoda para él que tener los pies húmedos y no poder secárselos. Siempre pone mucha atención cuando llueve para que no le ocurra eso. Debe ser un trauma de cuando era niño. Siendo pequeño, cuando volvía del colegio, un grupo de gamberros comenzó a tirarle globos llenos de agua. El resultado fue el mismo que si le hubieran tirado a la piscina vestido. Llegó a casa tan mojado y tiritando, que a las pocas horas se lo tuvieron que llevar de urgencia al hospital más cercano por la cantidad de fiebre que tenía. El proceso de enfriamiento desde el colegio a casa, le había proporcionado una terrible neumonía que a punto estuvo de enviarle al cementerio. Por suerte, pudo recuperarse del todo y no le queda secuela alguna de aquel fatídico suceso. Así que desde entonces tiene pavor a todo lo que tenga que ver con el agua y mojarse. Tal vez sea ese el motivo de llevarse tan bien con los gatos, los adora aunque no tiene ninguno, pero ya veremos en un futuro.

Termina de descender y pone los pies en algo parecido a un bordillo de piedra. Escucha el ruido del agua muy cerca, pero por la oscuridad no puede ver exactamente por donde transcurre y eso le pone bastante nervioso; agua cerca. Se encuentra pegado a la pared de la que cuelga la escalera; está muy húmeda y es de piedra. Por el tacto puede descubrir que está formada por bloques grandes de piedra, con enormes grietas entre unos y otros; en alguno se podría introducir una mano sin problemas. También puede palpar algo que parece ser musgo o algún liquen. Es raro poder encontrar esas especies ahí, puesto que no entra nunca la luz del sol y necesitan de ella para realizar la fotosíntesis.

Avanza, arrimado cuanto puede a la pared, con mucho cuidado de no cruzar los pies para no caerse. De pronto choca con algo en la pared. Se ha dado un buen golpe en la cabeza con algo metálico (por el sonido que ha hecho su cabeza al golpearlo lo deduce). Por suerte no parece grave; no sangra, aunque con la cantidad de humedad que hay y el sudor que tiene, no sabría diferenciar entre sangre, agua o un granizado de limón. Palpa con las dos manos para localizar al agresor silencioso. No tarda mucho en dar con él, está justo a dos palmos de su nariz. Lo coge con las manos y parece que ya sabe lo que es. Resulta que hay un casco metálico con un carburero colgando de una escarpia enorme y oxidada por la humedad. ¿Qué demonios hace un casco con carburero ahí?. Es como si alguien bajara a menudo y lo tuviera ya preparado para utilizar. De hecho estaba listo para utilizarse, simplemente tenía que coger algo de agua para mezclar con las piedras que había en el depósito y prender con fuego el gas que sale en el casco. Comienza a buscarse en los bolsillos por si tuviera un mechero o cerillas, pero la cosa no pinta bien puesto que no es fumador y normalmente no usa esos enseres. No consigue encontrar ninguna de las dos cosas que le hacen falta para encender aquel útil. Se para a pensar detenidamente cómo puede conseguir fuego y se le ocurre que si estaba preparado todo aquel aparejo, porqué no iban a tener preparadas también unas cerillas junto al mismo. Así que se agacha un poco sin dejar de arrimarse a la fría pared y comienza a restregar las manos por el bordillo en busca de algo que le sirva. Palpa con delicadeza; tiene que ir con cuidado para no golpear y que caiga al agua el objeto que pueda encontrar. Pasa las manos varias veces sin dar con nada, a parte del musgo que cubre todo. Nota algo de movimiento junto a su mano derecha, la más cercana a la pared. Acerca la mano donde sintió moverse algo y toca algo sólido. Con las dos manos coge lo que parece ser una pequeña caja de madera, tal vez sea de fósforos, pero hasta que no la abra no sabrá realmente lo que se esconde en su interior. Tras averiguar el mecanismo de apertura de la caja, situado en uno de los laterales, consigue abrirla. Hay un fósforo en el interior. “¡Bien! ¡Una cerilla para encender el cacharro este!”, grita en voz alta. Cuando se dispone a encenderla se da cuenta que no ha cogido agua para mezclar con las piedras del carburero. Casi desperdicia la única oportunidad que tiene de obtener algún tipo de luz en aquella oscuridad. Se inclina para coger agua del supuesto caudal que corre junto a él, pero casi tiene que tumbarse en el bordillo puesto que no llega tan fácilmente con el brazo para recoger un poco. No sabe si es agua limpia o sucia, aunque siendo una alcantarilla no es difícil suponer que son aguas fecales o residuales, pero ante una situación que requiere de pericia e imaginación, es lo mejor que puede conseguir.

Una vez recoge suficiente agua en el recipiente, rápidamente empieza a hacer reacción con el carburo cálcico y comienza a emanar los gases propios del acetileno, que le servirá para crear esa luz que hará que vea. Cierra el carburero, se ajusta el casco y coge la única cerilla que tiene. Acciona el fósforo frotándolo contra la cajita de madera y se hace una pequeña llama. Tiembla mucho debido a la corriente de aire que recorre esa galería, así que decide que es mejor quitarse el casco y hacerlo con cuidado; si se extingue esa llama, no habrá oportunidad de conseguir otra. Con el casco en una mano, acerca con la otra la llamita a la salida del macarrón. En un segundo, la química con sus reacciones de oxidación y reducción, hace de las suyas y obtiene una llama perfecta en el casco. Todo se ilumina de pronto a su alrededor. Ahora las cosas se ven de otra manera.

fin capítulo 5

3 comentarios:

Anónimo dijo...

cómo pilotas de lamparillas, ¿será de tu experiencia con la espeleología? je,je. Bueno, avanza un poco la historia que nos tienes impacientes.
Un besito

Anónimo dijo...

Oi, achei teu blog pelo google tá bem interessante gostei desse post. Quando der dá uma passada pelo meu blog, é sobre camisetas personalizadas, mostra passo a passo como criar uma camiseta personalizada bem maneira. Até mais.

arcadio dijo...

Hola guapetón.
Bien documentado, muy descriptivo, emocionante por la situación y el ambiente...
Espectante estaré hasta la próxima entrega.
Un abrazote,