miércoles, septiembre 17, 2008

El Holocausto del Cazador (Cap.2)

Recuerdo que vivíamos en una pequeña casa en la zona suroeste de Londres, situada junto a un gran bosque en Oxshott. Durante los siguientes días a la noticia del primer misil nuclear enviado por los americanos, la gente se dedicaba a hacer acopio de víveres y todo tipo de enseres que pudieran resultarles útiles durante aquel conflicto, que se temía que sería a escala mundial, debido al alto número de aliados que poseían ambos contendientes. Mi padre también se imaginaba lo peor, así que acudió como el resto del mundo al supermercado. Las noticias no paraban de decir la cantidad de muertos que habían resultado de aquella acción nuclear, además de los efectos secundarios que tendría el resto de la población que había sobrevivido a aquel ataque. Todo el mundo se esperaba la inminente respuesta rusa, pero el tiempo se hacía lento y jugaba a nuestro favor, aunque aún no lo sabíamos.
Cuando mi padre llegó con todas las provisiones que había sido capaz de encontrar, las etiquetamos e hicimos una lista. Le gustaba que todo estuviera bajo un estricto control. Lo Cargamos en la furgoneta y las llevamos al refugio del bosque. Fue construído por el abuelo durante la Segunda Guerra Mundial, para proteger a la familia durante los bombardeos de la Luftflotte 2, perteneciente a la Luftwaffe alemana. El búnker, subterráneo en su totalidad, estaba edificado en piedra y recubierto de madera de roble por dentro. La puerta que daba al exterior era pequeña y metálica. La teníamos cerrada con una gran cadena de eslabones gruesos junto con un enorme candado que, aunque era muy viejo, daba sensación de ser muy fuerte. Desde la puerta principal se bajaba, por unos estrechos escalones labrados en piedra, durante varios metros hasta llegar a otra puerta metálica: la antesala del propio refugio. Al terminar de transportar todas las provisiones y colocarlas en su debido sitio, mi padre nos dejó a mi hermano Pete y a mí en el búnker y se marchó a casa para recoger a mamá, para instalarnos todos hasta que pasara el horror y la incertidumbre de las primeras semanas. Allí, con los alimentos recogidos, la potabilizadora de agua y los paneles fotovoltaicos que se instalaron para dar energía al refugio, teníamos todo lo necesario para aguantar cualquier situación conflictiva durante meses, sino años. Fue la última vez que vi a mi padre, saliendo por aquella puerta; pero eso todavía no lo sabía. Esa misma noche, una bomba nuclear se lanzó desde un avión ruso sobre Londres. Devastó todo lo que encontró a su paso, arrasando casas, vehículos, animales, etc. Escuchamos el estruendo de la explosión y nos quedamos pálidos de terror. Nosotros seguíamos vivos, pero no sabíamos nada de nuestros padres.

Fin Cap.2

1 comentario:

arcadio dijo...

Verdaderamente, my dearísimo friendo, tu viaje en moto de este verano no ha sido un viaje cualquiera.
Parece que, en lo que respecta a tu estilo literario, tu 600 cc haya sido una máquina del tiempo y te ha hecho madurar.
Buen comienzo. Bien documentado. Muy descriptivo. Tranquilo y lógico...
¡Vamos, que me encanta!
Un abrazo cariñoso,
Arcadio