martes, febrero 14, 2006

Larga Noche

Noche de luna llena...
Es en las noches de luna llena cuando se despierta la bestia que tenemos en nuestro interior. Se despiertan nuestros instintos más primarios, y las ganas de romper con todo aquello que nos hace más humanos.
Siendo una noche de esas, de luna llena, con la luna roja como la sangre, observándonos muy grande desde el horizonte. Max cogió su coche, un deportivo negro de gran cilindrada, descapotable, y salió de cacería como casi todas las noches de luna llena. Se dirigió a gran velocidad a la zona de copas que estaba de moda, llena de niñatas ricas con móviles de última generación que pagaban sus papás, y mini faldas que dejaban entrever la lencería fina en las que llevaban...
Max, como de costumbre, tiró literalmente el coche sobre la concurrida plaza, mientras descendía lentamente de su vehículo con mirada desafiante. Se encaminó al garito de su amigo Carlos, donde como siempre, encontraría su botella de cerveza bien fría, justo como a él le gusta. Saludó efusivamente a los porteros, mientras se saltaba la gran fila que había para entrar al lugar. Una vez dentro fue directamente al despacho de Carlos, situado en la parte de arriba del bar. Llegó a la puerta del despacho, dió 3 golpes fuertes en la puerta y gritó: "¡Abra la puerta, es la policía, departamento antidroga!". Sabía que a Carlos eso siempre le acojonaba, ya que solía tener grandes cantidades de cocaína en el local para su consumo y distribución. Le dió otro grito para que abriese la puerta, esta vez mientras reía a carcajada limpia. Entonces se abrió la puerta y apareció Carlos, sudoroso y temblando debido a la bromita de su amigo. Max, le agarró fuertemente del cuello mientras le frotaba los nudillos en la cabeza, y diciendo: "¡Otra vez has vuelto a caer, jodido mamón, otra vez. Eres un jodido cagón!". Los dos se echaron a reír y Carlos comenzó a preparar unas rayas de cocaina sobre la mesa de su despacho.
Pasaron largo rato contando las anécdotas de cada uno durante la semana, y al cabo de las 2 horas, Max le dijo que tendría que bajar, ya iba lo suficientemente cargado como para poder follar toda la noche con dos guarras que encontrara en la pista de baile. Se despidieron y bajo hacia la pista de baile. Se acercó primero a la barra, para saludar a su amigo el camarero y le preguntó si había algún fichaje para esa noche. El camarero le señaló a un par de chicas rubias del fondo de la pista. Era difícil no haberse fijado en ellas, por las llamativas transparencias que hacían de sus pechos unos anuncios de neón de carretera. Se acercó a ellas, con la seguridad de los campeones, les dijo un par de frases al oído y ya estaban hechas las dos. Salieron los tres del bar, al poco tiempo, no sin antes haber pasado por el servicio para darse su fiesta privada nasal, tal y como prometió Max.

FIN DE LA PRIMERA PARTE.

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