miércoles, noviembre 29, 2006

Travesía Salada (Parte 3)

Estábamos sentados a la mesa los cinco, observando todos los manjares que había preparado el cocinero; lo cierto es que tenía muy buena pinta, o por lo menos eso se adivinaba por el aspecto exterior. Fue Phil el primero en comenzara degustar los platos que él mismo había cocinado. Los demás nos lanzamos a por el resto de las viandas de la mesa, al momento. Yo me decanté por unas alitas caramelizadas, aderezadas con salsa barbacoa dulce que cubría todo el fondo de la fuente. Aquello estaba sabroso.

La cerveza corría de un lado para otro. Nadie tenía menos de dos latas abiertas al mismo tiempo sobre la mesa. Era un buen comienzo del viaje y había que celebrarlo con una buena cena de bienvenida.

Nos encontrábamos todos concentrados en devorar toda aquella comida cuando de pronto sentimos un gran estruendo fuera. Nos asustamos bastante al no saber que había sido aquel espantoso ruido, hasta que Peter recordó que la tormenta ya nos habría alcanzado y que posiblemente fuera un gran trueno. De hecho, se encontraba justo sobre nosotros y ahora sí que podíamos sentir el vaivén del barco. El mar se había encrespado y el viento era fuerte; se oía silbar una y otra vez por alguna escotilla que no estuviera bien cerrada. Otro trueno estalló.

Nos dispusimos a encontrar esa escotilla abierta, ya que podría ser un peligro durante la noche si nos quedábamos todos dormidos y entrara agua por ella. Miramos cada una de ellas Peter, Jack y yo y por fin la encontramos. Alguien se había dejado mal cerrada la de subida a cubierta y estaba comenzando a entrar un poco de agua por la pequeña ranura que quedaba abierta. Una vez cerrada seguimos con la pantagruélica cena; la alegría no había desaparecido a pesar del susto inicial.

Estuvimos comiendo y bebiendo durante varias horas, tantas que ni recuerdo la hora que era cuando alguno de nosotros dijo que iba a su camarote a dormir. Lo cierto es que estábamos lo suficientemente borrachos como para si quiera saber cuál era el de cada uno. Así pues, como la gente empezaba a irse, decidí hacer lo propio y tratar de encontrar mi cama. Entre el alcohol que había bebido y el movimiento del barco con la tormenta, era harto difícil mantener la verticalidad; de hecho recuerdo que me golpeé la cabeza contra una de las paredes del pequeño pasillo. Fue lo último que recuerdo de esa noche.

A la mañana siguiente me despertaron las voces de Peter y Jack. Me encontraba tirado en el suelo del pasillo, tal y como era mi último recuerdo de la noche anterior y con un espantoso dolor de cabeza. El golpe fue tan fuerte que llegué a provocarme una pequeña herida de sangre; ya se había secado y hecho costra. Cuando me reincorporé pude ver justo el lugar de la pared donde me lastimé, había una pequeña marca de la sangre que había brotado. Un poco aturdido, avancé por el pasillo y en la cocina me encontré con Phil que estaba preparando algo de café y había sacado algunas pastillas para tratar de paliar un poco la resaca de la noche anterior.

Peter y Jack seguían vociferando dentro y fuera del barco. Me pareció que gritaban el nombre de Jim. Fue entonces cuando pregunté a Phil que ocurría y comentó que no encontraban a Jim por ninguna parte; era como si hubiera desaparecido del barco, pero el velero no era tan grande como para que pudiera haberse perdido, ni tampoco para que no le encontráramos.

Phil comentó que seguramente con la borrachera se habría caído dentro de algún baúl o estaría dormitando en alguno de los armarios de un camarote, que no había que preocuparse demasiado. Tampoco le di demasiada importancia al hecho; tal y como había dicho Phil, ya aparecería. No tenía yo la cabeza para pensar mucho.

Después de cansarse buscando por todos los lados que se les había ocurrido, Peter y Jack decidieron darse un respiro y bajaron a desayunar algo. Aún así seguían comentando dónde podría haberse metido aquel cabeza de chorlito.

La tormenta de la noche anterior había dado paso a una espléndida y soleada mañana. La brisa fresca contrarrestaba el sofocante calor del sol de mediodía y hacían la combinación perfecta para encontrarse en la cubierta del velero con la caña echada, tratando de pescar algo.

Pero en aquella aparente tranquilidad, mi mente no dejaba de pensar dónde podría estar Jim o peor aún, qué le podía haber sucedido. Cuando se fue a dormir estaba tan borracho que prácticamente no podía ni dar un paso. Siendo de ese modo, hubiese sido difícil haber subido a cubierta y haber caído por la borda sin que el resto se hubiera percatado de la situación. Decidí relajarme un poco y disfrutar del buen tiempo.

La mañana avanzaba hacia la hora de comer y no había rastro de Jim...

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