jueves, enero 18, 2007

Travesía Salada (Parte 6)

Al fin conseguí llegar donde estaba Jack. Con los brazos le agarré fuertemente y me puse a zarandearle con energía, pero no conseguí que dijera una sola palabra. Entonces fue cuando me acerqué a su cara para tratar de saber si respiraba. Pude observar con sorpresa que se encontraba muerto. Tenía los ojos muy abiertos y la expresión de su cara estaba deformada por el terror. Me dejé caer sobre su pecho para tratar de borrar de mi mente esa mueca macabra que había quedado plasmado sobre su faz. De pronto comencé a gritar los nombres de Phil y Peter porque necesitaba urgentemente que alguien apareciera para ver lo ocurrido. Estaba tan asustado que no podía articular otra palabra distinta a sus nombres. El pavor había hecho presa a mi cuerpo ante tal escena. Nadie acudía en auxilio a mis gritos, así que decidí emprender la marcha por el pasillo para alcanzar la puerta del camarote de Phil, que solía dormir con tapones para los oídos para que no le molestaran nuestras conversaciones a gritos. Fui arrastrándome por el suelo enmoquetado; seguía sin tener reacción alguna en las piernas. No sabía qué me había ocurrido para estar en esa situación tan patética.

Finalmente llegué a la puerta de Phil y comencé a golpearla de manera impetuosa. A la segunda arremetida contra la puerta, cedió abriéndose por completo llegando a golpear el mueble situado justo detrás de ella. Estaba muy oscuro todo y no podía ver absolutamente nada, excepto un pequeño ojo de buey por el que parecía que fuera estaba amaneciendo. Cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad pude distinguir el cuerpo de Phil; se encontraba tumbado de costado, enfrentado a la pared. Todo parecía normal hasta que recordé lo mucho que roncaba. Siempre ha hecho mucho ruido mientras dormía, incluso de pequeños. Phil, debido a su obesidad, ha sufrido todo tipo de enfermedades y la bronquitis era una de ellas, de ahí que nos regalara grandes serenatas cuando quedábamos para dormir todos juntos. El hecho era que se encontraba todo en un profundo silencio, lo que en aquel barco me aterraba por todo lo que había pasado anteriormente. Me detuve un instante en el umbral de la puerta para hacer un descanso. Me encontraba muy exhausto por el gran esfuerzo que estaba realizando para arrastrarme por el suelo enmoquetado del pasillo. Me apoyé en el cerco en ángulo de noventa grados, observándome las piernas. Con los brazos extendidos hacia ellas comencé a palpar los muslos, y lo cierto era que sentía mis manos recorrerlos. Parecía que comenzaba a recuperar la sensibilidad. Seguí masajeándome las extremidades durante un rato; cada vez notaba mejoría y eso me reconfortaba. Pasado un tiempo me sentí con fuerzas para emprender el camino hacia la cama de Phil. Apoyado sobre el cerco de la puerta traté de levantarme por mis propias piernas, y con un gran esfuerzo conseguí erguirme de nuevo. Tenía que mantenerme sujeto por los brazos porque aún no tenía el vigor suficiente. Me dispuse a avanzar guiándome por la misma pared interior del camarote. Fui palpando todo con sumo cuidado para no tropezar con los obstáculos que hubiera en el recorrido. Podía distinguir con más claridad cosas que solo estuvieran en mi campo de visión orientado hacia el pasillo. Pasó largo tiempo hasta que llegué a la cama; mis piernas no eran de mucha utilidad para aquella emergencia. Alcancé con mi mano el hombro izquierdo de Phil y pude sentir que algo viscoso se había impregnado en toda mi mano. Era una sustancia caliente y muy pastosa. Fui bajando la mano hasta llegar a su cabeza con la intención de despertarle. Palpando pude notar como le sobresalían de los oídos los tapones que se colocaba. Cuando agarré su cabeza para girarla hacia mí, cayó rodando de la cama hasta la puerta del camarote. Mi cuerpo quedó atenazado. Acababa de ver la cabeza de uno de mis amigos desprendérsele del cuerpo y caer rodando por el suelo. Todo empezó a parecerme una pesadilla dantesca de la que no podía escapar.

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