viernes, enero 19, 2007

Travesía Salada (Parte 7)

Habiendo salido del pequeño ‘shock’ en el que me hallaba inmerso, pude reaccionar y tratar de buscar a Peter, aunque tenía dudas de si él era el culpable de estas muertes violentas. Debía tener cuidado y buscar algún tipo de protección por si hiciera falta defenderme del peligro que ahora me acechaba a mí, puesto que el resto de mis compañeros habían sido asesinados. Hice el camino inverso de vuelta hasta el pasillo de los camarotes. Mi intención era la de ir a la cocina y conseguir alguno de los cuchillos de los que el occiso Phil utilizaba para preparar sus manjares. Sentía ahora más fuerza que antes en las piernas y poco a poco me fui desplazando hasta la cocina, dando bandazos de un lado a otro del pasillo. Comencé a rebuscar por uno de los grandes cajones con utensilios metálicos. Al fin localicé el objeto adecuado, no sin antes haberme practicado varios cortes sin importancia con el resto de los cachivaches. Agarré con fuerza el cuchillo de grandes dimensiones que había conseguido y me encaminé al pasillo de nuevo. Trataba de dominar mi miedo como buenamente podía dadas las circunstancias. Mi objetivo ahora era el cuarto de Peter. Esperaba encontrar allí la respuesta a varias de mis preguntas. Recorrí el pasillo todo lo rápido que mis maltrechas piernas me permitían hasta que me situé en la puerta de su camarote; se encontraba al final del pasillo, situado justo debajo del timón de popa. Decía que prefería aquel recinto porque el ruido de las hélices del motor le ayudaban a conciliar el sueño.

Coloqué el cuchillo en posición de ataque, levantando la mano derecha mientras con la izquierda me disponía a girar el pomo. Por un instante dude si realmente quería abrir aquella siniestra puerta. Lo que podía encontrar en su interior lo desconocía y eso me aterraba aún más si cabía. Reuní todo el valor que me quedaba, giré el pomo y abrí sigilosamente. La habitación se encontraba iluminada por el ojo de buey, situado en la misma vertical de la popa del velero. Eché un vistazo rápido a mi alrededor en busca del asesino, pero no había nada que indicara que Peter se encontrara en ese lugar. Estaba totalmente desconcertado. De pronto escuché un fuerte golpe procedente de cubierta.

Por un momento me paré a pensar si Peter estaba planeando algo allí arriba; debía estar muy atento a cualquier movimiento que hiciera para no cogerme desprevenido. Solamente había una manera de subir a cubierta, por una puerta junto a la cocina se accedía a un pequeño vestíbulo con unas estrechas escaleras que ascendían. El vestíbulo era un habitáculo estanco entre la puerta del pasillo de los camarotes y una escotilla que daba el acceso a cubierta. Caminé torpemente por el pasillo, aunque prácticamente la parálisis de mis piernas había desaparecido por completo. Me situé en la puerta del vestíbulo y coloqué mi cabeza junto a ella, trataba de averiguar si Peter se encontraba allí o seguía en cubierta, esperándome. No escuché ruido alguno a excepción del latido incesante de mi corazón; me encontraba demasiado excitado como para que la frecuencia de mis pulsaciones fuera normal. Me decidí y abrí con fuerza la puerta.

El habitáculo era pequeño y no había mucho sitio para subir a arriba de manera muy cómoda. Me agarré con la mano izquierda a la pequeña barandilla metálica mientras con la derecha sostenía el cuchillo, mi única protección a bordo. Llegué a la escotilla de salida y traté de empujar hacia arriba con la cabeza mientras me sostenía sin dejar suelto el cuchillo; estaba cerrada. Mi sorpresa fue mayúscula cuando comprobé que la escotilla había sido cerrada desde dentro. El golpe procedía de cubierta. Ya no estaba seguro de nada de lo que había escuchado antes.

Agarré por la hoja el cuchillo con la boca y apoyando la espalda contra la pared me liberé de la otra mano para tratar de abrir. El cerrojo sonó. Me reincorporé a la postura anterior y realicé el mismo movimiento previamente fallido. La escotilla cedió y pude asomar la cabeza. Había amanecido completamente y comprobé que el barco se movía. Alguien había desplegado las velas y el viento nos empuja a rumbo desconocido por mí. Salté hacia el exterior y me coloqué junto a la entrada, observando todo lo que se encontraba tanto en la proa como en la popa; no había ningún tipo de movimiento. Cuando lancé la mirada a proa pude ver que nos estábamos acercando a tierra firme, estábamos llegando al mismo puerto del cual partimos. Se podía divisar en el horizonte la ciudad de Bongaree. Decidí subir al puente de mando para ver el rumbo que marcaba la brújula. De pronto la botavara se me echó encima y pude esquivarla agachándome, se había soltado de repente. De ella colgaba el cuerpo de Peter. No podía creer lo que estaba viendo en ese momento. No sabía de dónde había salido. Cuando levanté la vista me di cuenta que era lo que había escuchado estando abajo. Una soga colgaba aún del mástil, con uno de sus extremos partido. El cuerpo de Peter había estado colgado de aquella cuerda, de hecho su cuello aún tenía parte de ella colgando.

Estaba totalmente desconcertado, no podía adivinar qué era lo que había ocurrido allí. Mientras seguía cavilando sobre el hallazgo, un fuerte golpe me lanzó al suelo. El barco había ido a golpearse contra uno de los muelles del puerto. Muchos marineros que merodeaban por allí a aquellas horas, se lanzaron al barco para socorrernos a la tripulación. Habían visto el cuerpo de Peter y llamaron a la policía.

Una vez estuve en dependencias policiales declarando durante 2 largos días, me dejaron marchar a la espera del juicio. Todo el mundo pensaba que había sido yo el artífice de tal macabro crimen. Mientras estaba en mi hotel esperando que llegara mi suerte, en mi cabeza no dejaba de tomar más cuerpo cada vez la idea de que Peter había acabado con la vida de todos y luego se había suicidado; era lo único que podía haber ocurrido puesto que yo me quedé en la cocina dormido, y tal vez por eso me salvara de su enajenación.

Pasaron dos semanas hasta que se celebró el juicio. El veredicto, según las pruebas halladas, dictaminó que yo era inocente de los cargos de asesinato de mis compañeros y que el culpable de todo aquello había sido Peter, que posteriormente se había ahorcado como remordimiento de los actos que había cometido. Me pusieron en libertad y volví a mi ciudad, con mi familia. Aquella experiencia había resultado demasiado traumática para mí.

Ahora escribo esta historia desde mi habitación. Estoy ingresado en un centro de atención para enfermos mentales, en el que llevo ya cinco años. Al poco tiempo de regresar a casa de mis padres, vieron que necesitaba tratamiento psiquiátrico y me llevaron a varios especialistas. Me diagnosticaron: ‘trastorno bipolar tipo I’ . No quiero hacerme a la idea, pero está claro que el que acabó con la vida de todos mis amigos fui yo.

Fin.

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