miércoles, marzo 03, 2010

El Holocausto del Cazador (Cap.12)

El vapor inundaba la habitación por completo y era imposible ver nada de lo que tenía alrededor. La nube se fue difuminando poco a poco mientras se hacía visible de nuevo el resto del habitáculo. Uno de los militares me indicó que saliera señalando con la mano la puerta, y así lo hice. Totalmente desnudo salí y acto seguido, entre dos hombres, me taparon con una toalla. Creo que fue el momento más confortable en mucho tiempo; me relajé un poco. Miré de reojo para ver si podía ver a Pete, pero todavía no le habían sacado de la ducha, esperaba que estuviera bien, aunque me preocupaba su estado de ánimo. Desde que nos había rescatado, se encontraba en un estado de aturdimiento severo.
Estuve poco tiempo secándome y cuando casi había terminado, vi como sacaban a mi hermano, poco menos que arrastrándole, entre varios soldados. Se encontraba inconsciente, o por lo menos era la impresión que tenía yo. Lancé un grito mientras dejaba la toalla caer al suelo y salía en su busca, pero me detuvieron los hombres que me custodiaban. Me sujetaron con fuerza para no poderme zafar y me retuvieron el tiempo suficiente para que diera tiempo a los otros hombres a llevar a mi hermano fuera de esa sala. Seguramente lo llevaban al médico de la base para que le hiciera reaccionar. Tal vez, debido a los cambios de temperatura bruscos sufridos en la ducha, más el cansancio acumulado de tanta tensión esperando, le hicieran desfallecer en el mismo momento en que sintió el agua fría en su cuerpo. Aquella era una práctica habitual para desinfectar de bacterias a la gente, así que no me sorprendió tanto cuando me encontré con aquello.
Una vez me hube secado del todo, me proporcionaron ropa seca y me llevaron a una salita contigua para esperar a mi hermano Pete. Tenía una mesa de madera y cuatro sillas. Todo muy sencillo e impersonal, pero sabemos que el ejército suministra lo imprescindible sin que haya demasiado lujo. Al otro lado de la pared, había un gran espejo. Parecía una sala de interrogatorio, pero no tenía esa sensación después de todo lo que había pasado. Me sentía bastante tranquilo y seguro. Estaba deseando que entrara Pete por la puerta para poder abrazarle. Sabía que lo había pasado muy mal desde que todo esto empezó.
Me senté en una de las sillas. Totalmente relajado, crucé las piernas y apoyé el brazo derecho sobre la escueta mesa, mientras miraba la pared, con la mirada perdida, mirando el infinito. De pronto, aparecieron dos hombres vestidos con bata blanca por la puerta, cerraron de un golpe y se sentaron frente a mí. Aquello no tenía buen aspecto y comencé a ponerme nervioso.

Fin Cap.12

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