viernes, marzo 05, 2010

El Holocausto del Cazador (Cap.14)

Estaba inmerso en mis pensamientos, sentado en la silla y apoyada la cabeza con mis manos. No sé cuánto tiempo estuve en esa postura, metido en mis ideas, con la cabeza echa un amasijo de pensamientos; iban y venían a velocidad de vértigo, sin que pudiera hacerles caso a todos. Nunca antes me había sentido así, totalmente descolocado, aterrorizado y desolado por toda aquella ayuda que habíamos estado esperando. Aquel descubrimiento fue lo peor que la nos había podido pasar, pero por aquel entonces lo desconocíamos.
La puerta volvió a sonar nuevamente. Ni giré la cabeza para ver quién entraba por la puerta, pero escuché a varias personas. Una voz grave y seria me indicó que les acompañara. Cuando volví la cabeza, pude ver que había 3 militares armados esperándome. Me levanté y les acompañé, sin ofrecer ninguna resistencia por temor a posibles represalias. Salimos de la habitación y nos dispusimos a recorrer un pasillo largo, iluminado débilmente por fluorescentes que lucían intermitentemente. Después de cruzar el pasillo y dos almacenes, llegamos a una puerta metálica. Justo detrás de ella se escuchaban gritos y lamentos, con lo cual me inquieté bastante. Nos paramos junto a la puerta y uno de los hombres llamó tres veces a la puerta con la culata de su fusil. Esperamos unos minutos y se abrió una trampilla en la puerta, se trataba de una mirilla muy rudimentaria. Aparecieron los ojos saltones de un hombre calvo, estaba muy sucio y le faltaban varios dientes. Sin hablar una sola palabra, abrió la puerta totalmente. Nos introducimos los cuatro dentro, seguíamos a aquel hombre. Estaba ataviado con un uniforme militar, pero encima tenía puesto un mandil de cuero, el cual estaba empapado en sangre.
‘¿A dónde me lleváis, dónde está mi hermano? Necesito respuestas’- lancé desesperado al aire, a lo cual fui respondido con un golpe seco de culata en la cara. Estuve a punto de desvanecerme en el suelo, pero resistí y continué caminando. Me abrieron el pómulo derecho y estaba sangrando, no tuve ni tiempo de defenderme con las manos. Aquellos hombres estaban armados y yo no.
Llegamos a otra puerta metálica, la abrieron y me metieron dentro sin más. Esta vez estaba yo sólo, a oscuras, con bastante miedo. Cerraron la puerta y sonó el ruido de un cerrojo. De habitación a habitación, sin noticias de mi hermano Pete, sin modales, con golpes, con demasiada incertidumbre para lo que estábamos pasando. Me senté en el suelo a esperar. Me quedé dormido al poco tiempo, después de tanta tensión acumulada, por fin hizo mella el cansancio en mi cuerpo.

Fin Cap.14

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