domingo, diciembre 15, 2013

El Holocausto del Cazador (Cap.18)

De pronto hubo una gran explosión. El helicóptero se estrelló contra el suelo generando una gran explosión, incendiando todo lo que estaba a su alrededor. Podíamos escuchar los gritos desgarradores de gente en llamas. En mitad de tanta confusión, conseguimos subirnos a un jeep rápidamente y salir a toda velocidad hacia la gran puerta del hangar. Según nos íbamos acercando a la puerta, empezaron a llaveros los disparos a nuestra espalda. Conseguimos salir por el estrecho hueco abierto de la puerta, dejando atrás todo ese horror. Salimos al exterior y comenzamos a ver gran cantidad de vehículos militares, incluyendo algún caza con misiles. No veíamos a nadie en nuestra carrera hacia la salida. Cuando estábamos a pocos metros de la barrera de la entrada, nos estaba esperando un pequeño grupo de cinco hombres armados y apostados tras los muretes de protección, eran militares que querían impedir que alguien saliera de aquella base. Le dije a mi hermano que se agachar todo lo que pudiera, yo hice lo mismo y pisé el acelerador a fondo sujetando firmemente el volante. Las balas comenzaron a impactar en nuestro vehículo mientras avanzábamos a toda velocidad, empezamos a gritar como histéricos, totalmente asustados y sin saber cuál sería el desenlace de aquella locura. Recibimos un disparo en una de las ruedas delanteras, lo que hizo que estuviéramos a punto de perder el control del jeep. Chocamos violentamente con el lateral derecho con uno de los muros que flanqueada la entrada de la barrera. Las chispas saltaban por todas partes, la lluvia de cristales cayó sobre nosotros dejándonos trozos de cristales por todo el traje que nos pusimos. Finalmente sentimos el golpe contra la barrera de madera y salimos del recinto mientras seguían disparándonos. Conseguí asomar un poco la cabeza por encima del volante y dirigir lo poco que quedaba de jeep por la carretera, alejándonos de aquel lugar.

Fin capitulo 18

domingo, junio 26, 2011

El Holocausto del Cazador (Cap.17)

Mientras cruzábamos el pasillo, nos fuimos aprovisionando de armas que portaban los guardias muertos. A nuestro paso todo era aniquilación. Había cadáveres de prisioneros acribillados a balazos. Cada habitación que alcanzábamos mostraba que la lucha se hacía cada vez más encarnizada.
Pasamos la zona donde se encontraban las habitaciones destinadas a la investigación, o eso supusimos al ver la cantidad de probetas y utensilios más comunes en los laboratorios, tal y como habíamos visto cientos de veces en la televisión. Estábamos sumidos en una visión dantesca cuando escuchamos el sonido lejano de una sirena. La alarma de aquel recinto comenzó a propagarse por todos aquellos pasillos. El ruido ensordecedor nos provocaba pánico, era inevitable seguir avanzando allá dónde fuéramos, teníamos que salir de aquel lugar lo antes posible y alejarnos para no volver nunca.
Estuvimos caminando por pasillos durante minutos que parecieron horas, hasta que llegamos a un enorme hangar. Allí había numerosos aviones y helicópteros del ejército, algunos estaban siendo pasto de las llamas. Nos dispusimos a mirar por los armarios que había para poder localizar trajes antiradiación y salir al exterior. El impacto de la guerra nuclear todavía era demasiado cercano para atreverse a salir sin ninguna protección. Fuimos mirando por todas aquellas taquillas metálicas que tenían de todo, desde materiales para curaciones como gasas, esparadrapos o alcohol, hasta munición de importante calibre para armar las ametralladoras de los aviones que allí había. Conseguimos encontrar un par de trajes completos. El mío me ajustaba lo suficiente pero el de Pete, le quedaba enorme; teníamos que arreglárnoslas con lo que tuviéramos al alcance de nuestra mano.
Una vez conseguimos los trajes, conseguimos algo de munición para tener provisiones para el camino. Metimos todo lo que nos pudiera ser necesario en una bolsa parecida a las de gimnasio y nos pusimos a enfundarnos nuestros trajes especiales. No teníamos ni idea de cómo había que colocarse aquellos trajes pero no había alternativa si queríamos salir de aquel infierno. El primero en empezar a ponérselo fue Pete, entre los dos fuimos ayudándole a ir colocándose todas las partes. Primeramente comenzamos con las botas, cada una pesaba muchísimo, no sabía si sería capaz de caminar con semejante lastre en los pies. Posteriormente, los pantalones plateados que le daban un carácter espacial y muy divertido a aquel atuendo. En ese momento aparecieron dos guardias armados por una de las puertas del hangar, por suerte no nos habían visto. Hice un gesto rápido de silencio a Pete, mientras cogía una de las armas que habíamos conseguido anteriormente. Pete se tendió en el suelo y yo me quedé observando la posición de los militares que iban derechos a un helicóptero. No hicimos ningún movimiento y nos quedamos a la espera. Ellos se subieron al helicóptero y comenzaron a preparar el aparato para volar, querían escapar de aquel horror, como nosotros. El sonido del motor empezó a escucharse, era muy fuerte. Las hélices comenzaron a girar poco a poco, tenía mucha envergadura la aeronave. Se encendieron varias luces que llevaba a modo de foco, debía ser de noche en el exterior, ya había perdido la noción del tiempo habiendo estado encerrado allí. De pronto, cuando el aparato se encontraba a un momento de elevarse, un grupo de gente que habíamos liberado, irrumpió en el hangar por una de las puertas. Al ver el a los militares queriendo huir, corrieron a ellos tan rápido como sus piernas les daban. Algunos portaban consigo armas y disparaban contra el aparato. Nosotros estábamos paralizados, no sabíamos muy bien a qué hacer ante esta circunstancia.
El helicóptero consiguió despegar varios centímetros del suelo cuando fue alcanzado por algunos de los liberados. Consiguieron encaramarse a los patines del mismo, ejerciendo más peso del que la nave podía soportar. Uno de los militares se asomó desde su puerta de la cabina y comenzó a tirotearles pero ya estaban por todos los sitios. Seguía disparando cuando el helicóptero, por todo el peso que llevaba, viró sobre sí mismo dando un golpe con el rotor de cola a varios liberados esparciendo su sangre por todos los sitios, aún así los liberados seguían encaramándose a las partes que podían. El copiloto seguía descargando su fusil contra la marabunta sin que pareciera tener el efecto deseado. De pronto, un tiro de uno de los liberados armados, atravesó la cabeza del copiloto cayendo al momento el arma que portaba y destrozando el cristal delantero de la cabina.
Las cosas se estaban poniendo muy feas y decidí terminar de poner el traje a mi hermano y colocarme el mío lo antes posible, aprovechando la situación de distracción teníamos que darnos prisa, ya tenía pensado la manera de salir de allí, había visto un jeep que utilizaríamos y dado que los vehículos de guerra no utilizan llaves, no tendríamos problema para arrancarlo y salir a toda pastilla.

Fin Cap.16

domingo, julio 25, 2010

El Holocausto del Cazador (Cap.16)

Cuando estaba a la altura de la puerta, abrí lentamente como si algo fuera a suceder de repente. No parecía que hubiera nadie en el exterior. Asomé la cabeza sin ver figura alguna. Era un pasillo muy largo, flanqueado de puertas metálicas con cierres, como la que acabábamos de abrir. Con un gesto, le dije a Pete que esperara dentro, para que yo comprobara que no había peligro alguno antes de que él saliera. Me incorporé y salí por la puerta sigilosamente. Una vez fuera, anduve unos cuantos pasos para comprobar que no había ningún guardia, con un gesto hice que Pete saliera al pasillo conmigo. Una vez estábamos fuera ambos, comenzamos a caminar hacia el inicio del pasillo, por donde habíamos entrado a aquel lugar. Las puertas que nos rodeaban estaban cerradas. De algunas parecían venir llantos y gemidos de personas que estaban en nuestra situación. Por un momento pensé en ponerme a gritar y salir huyendo de allí, estaba aterrado. Nos detuvimos un instante y nos miramos fíjamente. Por un instante, tuve la sensación de habernos comunicado telepáticamente. Pareció que nos leyéramos el pensamiento, y sin decir una palabra, empezamos a abrir los cerrojos de todas aquellas puertas, de principio a fin. Cuando llegamos al final del pasillo, habíamos abierto más de treinta puertas. Nadie salía al pasillo, no había movimiento de ningún tipo.
Cuando íbamos de vuelta al principio del pasillo, comenzamos a oír unos golpes muy leves, procedían del interior de una de las habitaciones. De pronto, del resto de habitaciones empezaron a escucharse los mismos ruidos, al unísono, como si de un ejército se tratara. Los golpes se hicieron cada vez más fuertes y cercanos. Empezaron a salir personas de sus celdas, golpeando con fuerza las paredes. Estaban muy sucios, alguno con la barba muy larga. Sus ropas parecían sacadas de un basurero por lo que apestaban. Habían convivido desde quién sabe cuándo y completamente hacinados. Había habitaciones de las que salían hasta diez personas; cubículos donde no cabrían más de tres personas. Venían en grupo hacia donde estábamos situados, parecía que fueran a aplastarnos. Nos pegamos a la pared, junto a la puerta de salida, que estaba cerrada. Se fueron colocando según iban llegando. No cabía ni un alma más en aquel pasillo. De pronto, uno de ellos golpeó varias veces la puerta. Hubo un silencio sepulcral, todo el mundo estaba expectante. Un cerrojo se escuchó al otro lado de la puerta, abriéndose esta unos centímetros. No llegó a pasar un segundo de lo ocurrido cuando la gente salió en estampida, arrasando con todo lo que se encontraban a su camino. El guardia que abrió el cerrojo de la puerta sin preguntar, quedó aplastado contra el suelo. La gente pasaba por encima de él sin que le hubiera dado tiempo a alertar al resto de sus compañeros de lo que se avecinaba.
Nosotros nos quedamos en el mismo sitio donde estábamos, siendo observadores de aquella marabunta incontrolada. Cuando pasaron todos, cruzamos la puerta, comprobando el estado en que habían ido dejando el resto de estancias que se encontraban abiertas. Varios guardias tendidos en el suelo, yacían muertos bien por aplastamiento o por golpes de la masa enfervorecida.

Fin Cap.16

lunes, abril 05, 2010

El Holocausto del Cazador (Cap.15)

No tengo ni idea de cuánto tiempo estuve durmiendo, tendido en el frío y duro suelo de aquella habitación. Desperté en silencio, pensativo, haciendo una breve recopilación de los sucesos acontecidos desde que nos sacaron del búnker en aquellas circunstancias. Sentí en un momento que no estaba solo en aquel sitio, pude notar una respiración a parte de la mía. Me moví con mucho cuidado, puesto que no sabía cuál era la procedencia de aquel sonido. Estaba asustado y la oscuridad tampoco ayudaba mucho a estabilizar mi estado de ánimo.
De pronto sonó un persona tosiendo, el sonido, de hecho, me resultó familiar. Ya había escuchado antes ese ruido. Estaba casi seguro que pertenecía a mi hermano. Anduve a gatas, tanteando el lugar, para acercarme a la fuente sonora. El sitio estaba completamente vacío, con lo cual pude deambular por el lugar sin problemas. Conseguí acercarme rápidamente a aquella persona, estaba completamente dormida. Traté de despertarle, sin mucho éxito. Tal vez, le habían dado alguna droga y se encontraba inconsciente. Lo que no podía entender era cómo habían conseguido depositarle allí sin que me hubiera despertado. Es posible que me hubieran drogado a mí también, y el efecto hubiera sido retardado por mi cuerpo.
Comencé a palpar el cuerpo, a tocar la cara, pero sin poder reconocer de quién se trataba. No había ningún rasgo superficial que me indicará que aquel ser fuera Pete, lo cual fue muy frustrante. Esperaba encarecidamente reencontrarme con mi hermano, por lo menos para comprobar que su estado, tanto físico como anímico, fuera perfecto. Cuando casi hube cejado en el empeño de descubrir quién se encontraba también cautivo, escuché un estornudo de aquella persona, un sonido inconfundible allá donde lo oyera. Se trataba del estornudo, tan característico, que tenía mi hermano. Comencé a zarandearle para que despertara. Debía encontrarse bajo el efecto de alguna droga, porque estaba totalmente atontado, desorientado. Le abofeteé la cara, sin demasiada violencia para no lesionarle. Poco a poco, fue recobrando la conciencia. Cuando estuvo recuperado del todo, se lanzó hacia mí con un gran abrazo. Se encontraba muy confuso y desorientado. Asustado de todo lo que nos estaba ocurriendo. Era una pesadilla que no terminaba por más que cerrara los ojos y pensara que no era real.
La habitación estaba en completa oscuridad, por lo que no podíamos vernos la cara, el uno del otro. Le cogí de los hombros y traté de tranquilizarle. Era la única manera de tener la cabeza fría para poder salir de aquel zulo.
Mientras estábamos abrazados, sonó el ruido del cerrojo, dejando pasar la luz del pasillo por la estrecha rendija que se había creado. Alguien había abierto la puerta desde el exterior y la dejó entreabierta. Aquello me chocó en un principio, podría ser una trampa de los carceleros. Ya había comprobado cómo se las gastaban. Pasados unos minutos, nadie aparecía por la puerta, con lo que avisé a Pete para que se preparara, nos íbamos a largar de aquel sitio lo antes posible. Nos dispusimos a acercarnos hacia la puerta a gatas y con mucha precaución.

Fin Cap.15

viernes, marzo 05, 2010

El Holocausto del Cazador (Cap.14)

Estaba inmerso en mis pensamientos, sentado en la silla y apoyada la cabeza con mis manos. No sé cuánto tiempo estuve en esa postura, metido en mis ideas, con la cabeza echa un amasijo de pensamientos; iban y venían a velocidad de vértigo, sin que pudiera hacerles caso a todos. Nunca antes me había sentido así, totalmente descolocado, aterrorizado y desolado por toda aquella ayuda que habíamos estado esperando. Aquel descubrimiento fue lo peor que la nos había podido pasar, pero por aquel entonces lo desconocíamos.
La puerta volvió a sonar nuevamente. Ni giré la cabeza para ver quién entraba por la puerta, pero escuché a varias personas. Una voz grave y seria me indicó que les acompañara. Cuando volví la cabeza, pude ver que había 3 militares armados esperándome. Me levanté y les acompañé, sin ofrecer ninguna resistencia por temor a posibles represalias. Salimos de la habitación y nos dispusimos a recorrer un pasillo largo, iluminado débilmente por fluorescentes que lucían intermitentemente. Después de cruzar el pasillo y dos almacenes, llegamos a una puerta metálica. Justo detrás de ella se escuchaban gritos y lamentos, con lo cual me inquieté bastante. Nos paramos junto a la puerta y uno de los hombres llamó tres veces a la puerta con la culata de su fusil. Esperamos unos minutos y se abrió una trampilla en la puerta, se trataba de una mirilla muy rudimentaria. Aparecieron los ojos saltones de un hombre calvo, estaba muy sucio y le faltaban varios dientes. Sin hablar una sola palabra, abrió la puerta totalmente. Nos introducimos los cuatro dentro, seguíamos a aquel hombre. Estaba ataviado con un uniforme militar, pero encima tenía puesto un mandil de cuero, el cual estaba empapado en sangre.
‘¿A dónde me lleváis, dónde está mi hermano? Necesito respuestas’- lancé desesperado al aire, a lo cual fui respondido con un golpe seco de culata en la cara. Estuve a punto de desvanecerme en el suelo, pero resistí y continué caminando. Me abrieron el pómulo derecho y estaba sangrando, no tuve ni tiempo de defenderme con las manos. Aquellos hombres estaban armados y yo no.
Llegamos a otra puerta metálica, la abrieron y me metieron dentro sin más. Esta vez estaba yo sólo, a oscuras, con bastante miedo. Cerraron la puerta y sonó el ruido de un cerrojo. De habitación a habitación, sin noticias de mi hermano Pete, sin modales, con golpes, con demasiada incertidumbre para lo que estábamos pasando. Me senté en el suelo a esperar. Me quedé dormido al poco tiempo, después de tanta tensión acumulada, por fin hizo mella el cansancio en mi cuerpo.

Fin Cap.14

miércoles, marzo 03, 2010

El Holocausto del Cazador (Cap.13)

Mientras uno de los hombres me miraba fijamente, el otro comenzó a rebuscar en su portafolios. Se podían escuchar las hojas pasar. Finalmente, localizó el papel que le interesaba y lo sacó cuidadosamente para depositarlo sobre la mesa. Ambos hombres me miraron atentamente en silencio. Fue un silencio incómodo, como los que suelen preceder a la tormenta que imaginamos. Pasados unos segundos que se hicieron eternos, el hombre que sacó la hoja comenzó a hablarme.
‘Bien, sabemos de dónde les sacamos, pero no conocemos quienes eran antes, ni cuáles eran sus planes de futuro. ¿Puede contarnos un poco acerca de usted?’, dijo con voz muy grave.
Comencé a hablar tartamudeando, de repente sentí un miedo aterrador, ‘ Eh, bueno, vivíamos con mis padres hasta que todo esto ocurrió. Desde entonces vivíamos solos en el búnker que nos encontraron’, dije.
‘Creo que hay algo que no concuerda con la historia que nos has contado, lleváis demasiado tiempo bajo tierra y solos como para haber sobrevivido en tan buen estado, creo que mientes y tienes algo que ver en todo esto’, espetó aquel siniestro hombre.
Al oír sus palabras, comencé a sudar como nunca antes había hecho. Resulta que no les bastaba con relatar todo aquel calvario que habíamos pasado, sino que encima tenía que demostrar que éramos inocentes. ‘Necesito ver a mi hermano, ¿cómo está mi hermano y qué habéis hecho con él?’, dije gritando.
‘Tranquilízate, hijo, estamos aquí para ayudarte, pero sólo si nos cuentas la verdad. Somos los buenos’. Después recogió su portafolios y se pusieron ambos hombres de pie. ‘Ahora tenemos que irnos, te dejaremos reflexionar sobre todo lo que nos tienes que contar y vendremos en un rato. Esperamos que nos des alguna explicación mejor de la que te acabas de inventar’. Dijo, y ambos salieron de la habitación. Mientras me dispuse a correr tras ellos, pero me topé con la puerta en las narices. Al otro lado pude escuchar una llave cerrándola para que no saliera de allí. Estuve golpeando la puerta y gritando repetidas veces, pero sin conseguir ninguna respuesta del otro lado. Extenuado, caí rendido al suelo, con los puños ensangrentados y los brazos doloridos. La pesadilla no había desaparecido, y aquellos hombres tenían otro concepto de salvar muy distinto al nuestro.
Pasado un rato, me volví a sentar en la silla de antes, esta vez sin cruzar las piernas, me sentía demasiado inquieto como sentirme cómodo. Cuando estuve tranquilo de nuevo, se escuchó de nuevo la puerta y entraron otra vez los dos hombres. Esta vez no llevaban portafolios, venían con las manos vacías. Se volvieron a sentar y me miraron detenidamente.
‘Bien, esperamos que haya recapacitado y quiera contarnos ahora lo que pasó realmente’, me dijo el mismo hombre que habló antes.
‘Pero no sé qué esperan de mí, qué es lo que quieren escuchar realmente. Les he dicho la verdad. Vivíamos con mis padres antes del desastre nuclear, después nos refugiamos en un búnker que construyó mi abuelo para protegerse de los bombardeos de la Guerra Mundial, y por eso pudimos sobrevivir tanto tiempo. Todo estaba lleno de comida en lata y con un generador podíamos purificar el agua. Es toda la verdad, señor’, dije muy asustado.
El hombre que me hablaba se levantó de la silla, se puso frente al espejo, y estuve pensativo durante un rato. Supongo que sopesaba si lo que le había dicho era cierto. Hizo un gesto al espejo y se giró de repente, mientras me decía –‘ Está bien, creemos en su versión. De momento tiene que esperar aquí hasta que terminemos de preguntar a su hermano, necesitamos una segunda opinión. Una vez hayamos terminado, estarán libres si todo va bien. Gracias por su colaboración’, y ambos salieron de la habitación, dejándome con la palabra en la boca, mientras yo preguntaba una y otra vez por Pete, del que no había vuelto a saber nada. Era una sensación de impotencia y desesperación.

Fin Cap.13

El Holocausto del Cazador (Cap.12)

El vapor inundaba la habitación por completo y era imposible ver nada de lo que tenía alrededor. La nube se fue difuminando poco a poco mientras se hacía visible de nuevo el resto del habitáculo. Uno de los militares me indicó que saliera señalando con la mano la puerta, y así lo hice. Totalmente desnudo salí y acto seguido, entre dos hombres, me taparon con una toalla. Creo que fue el momento más confortable en mucho tiempo; me relajé un poco. Miré de reojo para ver si podía ver a Pete, pero todavía no le habían sacado de la ducha, esperaba que estuviera bien, aunque me preocupaba su estado de ánimo. Desde que nos había rescatado, se encontraba en un estado de aturdimiento severo.
Estuve poco tiempo secándome y cuando casi había terminado, vi como sacaban a mi hermano, poco menos que arrastrándole, entre varios soldados. Se encontraba inconsciente, o por lo menos era la impresión que tenía yo. Lancé un grito mientras dejaba la toalla caer al suelo y salía en su busca, pero me detuvieron los hombres que me custodiaban. Me sujetaron con fuerza para no poderme zafar y me retuvieron el tiempo suficiente para que diera tiempo a los otros hombres a llevar a mi hermano fuera de esa sala. Seguramente lo llevaban al médico de la base para que le hiciera reaccionar. Tal vez, debido a los cambios de temperatura bruscos sufridos en la ducha, más el cansancio acumulado de tanta tensión esperando, le hicieran desfallecer en el mismo momento en que sintió el agua fría en su cuerpo. Aquella era una práctica habitual para desinfectar de bacterias a la gente, así que no me sorprendió tanto cuando me encontré con aquello.
Una vez me hube secado del todo, me proporcionaron ropa seca y me llevaron a una salita contigua para esperar a mi hermano Pete. Tenía una mesa de madera y cuatro sillas. Todo muy sencillo e impersonal, pero sabemos que el ejército suministra lo imprescindible sin que haya demasiado lujo. Al otro lado de la pared, había un gran espejo. Parecía una sala de interrogatorio, pero no tenía esa sensación después de todo lo que había pasado. Me sentía bastante tranquilo y seguro. Estaba deseando que entrara Pete por la puerta para poder abrazarle. Sabía que lo había pasado muy mal desde que todo esto empezó.
Me senté en una de las sillas. Totalmente relajado, crucé las piernas y apoyé el brazo derecho sobre la escueta mesa, mientras miraba la pared, con la mirada perdida, mirando el infinito. De pronto, aparecieron dos hombres vestidos con bata blanca por la puerta, cerraron de un golpe y se sentaron frente a mí. Aquello no tenía buen aspecto y comencé a ponerme nervioso.

Fin Cap.12